de la filosofía | ||||
Schopenhaueriadas |
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Antonio R. Cabral
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Durante siglos filosofía y ciencia fueron lo mismo. Aristóteles escribió sobre ética, astronomía y física; el filósofo naturalista Isaac Newton descubrió la ley de la gravedad y el filósofo experimental Robert Boyle la de los gases. Schopenhauer reflexionó incansablemente sobre la física y metafísica del hombre y otros animales. En la unam hay una Facultad de Filosofía y una de Ciencias. A los filósofos y científicos en nuestro país los evalúan diferentes comisiones dictaminadoras del Sistema Nacional de Investigadores. Los filósofos leen sus conferencias, los científicos usan diapositivas; unos reflexionan sobre cualquier asunto sin temor a ser sepultados por sus colegas, mientras que los otros son prisioneros de la realidad natural y más bien se cuidan de no especular allende sus fronteras, esto es, de filosofar. Unos producen nociones sustituibles, otros dialogan consigo mismos y con la historia. El científico pregunta e induce experimentalmente las respuestas, el filósofo cuestiona y genera razonablemente sus falibles conceptos. Se dice, pues, que ciencia y filosofía son ámbitos diferentes.
El drama, dice Popper, un científico que gustaba de filosofar, es la infinita ignorancia que iguala a todos. Pero no paraliza; al contrario, mueve a experimentar, a ensayar, a reflexionar, a conocer. Con base en esto podemos decir que científicos y filósofos se mueven entre el saber y la ignorancia, madre inseparable de ambos. Ciencia y filosofía están unidas por el escepticismo, dudan de todo, cuestionan todo porque ambas intentan descubrir lo que cada una llama verdad.
También tienen un mismo deseo, “dar reposo y contentamiento, y no disgusto y aflicción”, según aspiró Bacon, uno de los nuevos filósofos —hoy lo llamaríamos científico. Sir Peter B. Medawar decía con insistencia que los hombres de ciencia y los de la filosofía intentan hacer del mundo un sitio mejor para vivir al eliminar las supersticiones, los prejuicios y los miedos. La ciencia tiene explicaciones para los terremotos, huracanes, explosiones volcánicas y la visión de los gatos; nos revela la etiología de las enfermedades y a veces las cura; nos enseña, en fin, que la causa de los fenómenos naturales reside precisamente en la naturaleza. La filosofía nos anuncia que vale la pena vivir alegremente y nos propone algunas maneras de hacerlo; le apetece indicarnos cómo enfrentar nuestros dolores y sufrimientos y nos invita a pensar la vida, sin prisa pero sin pausa, movidos por el asombro.
Las palabras filósofo y científico tienen 2 500 y 160 años de edad, respectivamente. Hay una que designa el razonar examinado, filosofar. Pero no decimos “cientizar” cuando nos referimos a la actividad creadora del científico. Lo más cercano, y falso, sería “hacer ciencia”. Tal vez podríamos decir “filosofar sobre ciencia” o “filosofar científicamente”, así confirmaríamos su inseparabilidad. Como quiera que se llame, esto es precisamente lo que algunos científicos contemporáneos hacen cuando, sin saberlo, comprueban experimentalmente algunas ideas de Spinoza, Kant y Schopenhauer. Aquí se comprueba que la palabra no es fortuita, sino que viene detrás de aquel “se dice” que remata el primer párrafo. Al mismo tiempo se quiere ver a esos filósofos como científicos y se propone analizar sus ideas a la luz de la neurociencia moderna, especialmente la relación entre las emociones y la consciencia. Esto último, además de que promete ser un gratísimo ejercicio, quizá pruebe nuevamente que algunas de las verdades llamadas científicas están ahí teorizadas desde hace varios siglos. Los resultados de ese ejercicio serán tema de algunos de los textos que aparecerán en esta columna.
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Antonio R. Cabral
Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubirán.
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como citar este artículo → Cabral R., Antonio. (2005). Schopenhaueriadas. Ciencias 77, enero-marzo, 16-17. [En línea]
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