Gran escenario de la zona costera y oceánica de México |
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Guadalupe de la Lanza Espino
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México, en sus cuatro vertientes —Golfo de México y Caribe, Pacífico tropical, Golfo de California y Costa occidental— cuenta con 11 592.76 kilómetros de línea de costa, incluidos más de 500 rasgos morfológicos interconectados o aislados —lagunas, bahías, esteros, estuarios y marismas—, 231 813 km2 de mar territorial y 3 149 920 km2 de zona económica exclusiva. Estas áreas condicionan diferentes ambientes biofísicos, resultado de la interacción de distintos factores como: el meso y microclima, la influencia de perturbaciones atmosféricas, la magnitud y composición fisicoquímica de los fluviales continentales, las corrientes costeras permanentes e intermitentes, la geomorfología y su grado de aislamiento, la deriva geológica y la influencia antropogénica.
El país, a escala macro climática, se encuentra ubicado en latitud tropical y sólo se considera templado el norte de California, por lo que el intervalo de temperatura en la zona costera —aproximadamente de 10 ºC— es menor que el observado en el continente debido a la altitud, donde se presentan variantes templadas con las cuatro estaciones del año. Esto no se percibe en la zona costera —la cual se establece entre los límites de la plataforma del lado oceánico hasta donde se deja sentir la influencia marina en el continente, no sólo por marea sino también a través de los aerosoles generados por el esfuerzo del viento en la superficie del agua marina, o hasta donde desaparece la vegetación halófila terrestre (figura 1).
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figura 1 |
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La intensa asociación de la atmósfera y el océano produce el clima benigno de la Tierra y los cambios en uno se reflejan en el otro; ejemplos de ello son: el fenómeno de El Niño, La Niña y todas las perturbaciones atmosféricas de diferente intensidad —desde tormentas tropicales, hasta huracanes y ciclones— que se generan por cambios térmicos en la interfase de ambos medios o en el patrón de circulación. Estos eventos repercuten en la zona costera modificando o impactando el patrón hidrodinámico, faunístico y florístico; aunque en la mayoría de los casos se restablecen las condiciones normales.
En el Golfo de México se registran de uno a dos ciclones o tormentas tropicales al año, mientras que en el Pacífico aproximadamente cuatro. Los estados donde inciden con mayor frecuencia estos fenómenos son Sinaloa, Nayarit, Michoacán, y Tamaulipas.
El fenómeno de El Niño —intromisión de agua cálida procedente del Pacífico occidental que al llegar al continente americano desplaza las corrientes locales mar afuera— se deja sentir tanto en la costa occidental de la península de Baja California como en el Golfo, pero más aún en el Pacífico tropical mexicano y repercute desde en el plancton hasta en las pesquerías; por ejemplo, puede favorecer a ciertas especies fitoplanctónicas locales incrementando su actividad fotosintética —florecimientos—, o abatir recursos pesqueros como es el caso de la sardina y la anchoveta.
Geología
Existen diversas regionalizaciones costeras y oceánicas, las hay geológicas, climáticas, químicas, físicas y biológicas. En el ámbito geológico-oceánico, y tomando como base los niveles de marea, a partir de la bajamar hasta donde inicia el talud se denomina zona nerítica y de allí hacia mar afuera es la zona oceánica. Desde el punto de vista geológico se denomina supralitoral a la parte terrestre por arriba de la marea alta, intermareal entre la marea alta y la baja, y del límite de la marea baja hasta el inicio del talud corresponde a la zona sublitoral; le sigue la zona batial, entre 200 y 4 000 metros aproximadamente, y después la zona abisal (figura 2).
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figura 2 |
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En la región costera, México presenta en sus cuatro vertientes distintos orígenes, diferenciables a través de unidades morfotectónicas (figura 3). Por ello, los rasgos geomorfológicos —lagunas, estuarios, esteros, bahías, marismas— con influencia marina y terrestre son particulares y muy diversos, lo que propicia una amplia variedad de características fisicoquímicas del agua, de nichos y de hábitats a escala local, poblados por distintos organismos, ya sea durante todo su ciclo de vida o parte de ella, como sucede con ciertos crustáceos y peces. Algunos de estos organismos son endémicos e indicadores del marco ambiental, otros son cosmopolitas, es decir, se encuentran en cualquier cuerpo de agua costero. | ||
figura 3 |
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Según el origen, con base en la clasificación propuesta por Lankford en 1977, la zona costera se divide en siete regiones (figura 4), que pueden asociarse o no con descargas fluviales, lo cual individualiza aún más los rasgos costeros, como lagunas y otras depresiones de la línea de costa —bahías y estuarios. | ||
figura 4 |
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La región A o costa occidental de California está formada por costas de colisión continental —choque de placas—, de dunas, de erosión por oleaje y playas-bahías o ganchos de barrera —cuenta con 16 rasgos costeros. Las regiones B y C o del Golfo de California constan de costas de arrastre de neoeje. En la costa occidental por erosión de oleaje y en la oriental son complejos deltáicos con dunas y planicies aluviales —cuenta con 36 ambientes acuáticos en ambas costas. En la región D o del Pacífico tropical predominan las costas con fallas y escarpes, en menor escala de erosión por oleaje y depositación marina— posee 32 rasgos costeros partiendo de Mazatlán al Río Suchiate.
En general, la mayoría de las regiones anteriores presentan una menor plataforma y, en algunos casos, una línea de costa rocosa o escarpada dado su origen tectónico, lo que propicia la colonización de algas incrustantes y crustáceos que requieren madrigueras. Sin embargo, las lagunas costeras, estuarios y bahías, que en total suman 83, reciben mayor diversidad de aguas continentales estacionales, en ocasiones con lluvias y sequías extremas, que incrementan el aporte de sedimentos y nutrimentos, transformando, por un lado, el marco geológico a sustratos suaves, y por el otro, los enriquecen desde el punto de vista pesquero.
En el Golfo de México, la región E es un mar marginal protegido. Del Río Bravo hasta Campeche, su parte más norteña, es de depositación por ríos y deltáica; frente a Veracruz es de flujos de lava, costas con arrecifes coralinos y dunas; y a la altura de Campeche, de depositación de ríos y complejos deltáicos —tiene 32 rasgos costeros. Esta región recibe aportes fluviales permanentes con alto contenido en nutrimentos, con lo que también es rica en pesquerías pero con menor diversidad precisamente por su origen.
Las regiones F y G o plataforma de Yucatán y Quintana Roo son costas de mares marginales, de erosión terrestre, calcárea, de depositación marina, playas de barrera y arrecifes coralinos —cuentan con 17 sistemas costeros. Reciben escasas aguas continentales, a excepción de las subterráneas procedentes de los cenotes, que son de bajo contenido en nutrimentos, pero con la influencia de ascensiones de aguas marinas de mayor profundidad ricas en éstos. Lo más importante de esta región es la barrera arrecifal de la costa de Quintana Roo, parte de la del Caribe, considerada la segunda en tamaño a nivel mundial —después de la de Australia—, que es consecuencia de la fuente natural de carbonato de calcio y la temperatura tropical.
Como puede apreciarse, esta complejidad de origen y evolución geológica, asociada con la fluvial continental (figura 5), más una variación y variabilidad climática, han condicionado una amplia diversidad de biotopos costeros, especialmente para especies endémicas de importancia ecológica y comercial. Dentro de la zona costera, y sobre todo en la plataforma, existen rasgos geomorfológicos importantes como son el insular, el arrecifal y arrecifes coralinos que forman barreras asociadas directa e indirectamente con la línea de costa terrestre, y que son habitados por una gran diversidad de flora y fauna.
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figura 5 |
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En los ecosistemas insulares se pueden registrar fenómenos de surgencia que incrementan la productividad acuática y a su vez alimentan peces, anfibios, aves, reptiles y otros organismos. En el mar territorial y la zona económica exclusiva hay islas, islotes, bancos, cayos y arrecifes. En el Pacífico —incluyendo el Golfo de California— existen aproximadamente 477 de estas geoformas y en el Golfo de México y el Mar Caribe 837. Física
En las cuatro vertientes, no sólo existen diferencias geológicas sino también en el tipo y la dinámica de las corrientes (figura 6), con variantes en intensidad y duración en el tiempo y el espacio. En la costa occidental de la península de Baja California se presenta la Corriente de California, de gran extensión y anchura, que llega hasta el sur de la península, donde gira hacia el oeste y conforma la Norecuatorial. A pesar de que esta vertiente no tiene aportes importantes de aguas continentales que le proporcionen nutrimentos —arroyos efímeros en su mayoría—, la Corriente de California, conjuntamente con el viento en dirección sureste, produce las surgencias —fenómeno costero en el que ascienden las aguas profundas, de alrededor de 200 metros, ricas en nutrimentos— que vuelve más productivas las zonas donde se generan. En los meses de marzo y julio esta corriente puede llegar hasta Chiapas.
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figura 6 |
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En la zona costera las ascensiones de agua profunda o surgencias, que llevan mayor cantidad de nutrimentos que las aguas superficiales, favorecen una mejor producción primaria —fotosíntesis— lo cual se refleja en la cúspide trófica y, por lo tanto, en las pesquerías. Esto sucede en la costa interior del Golfo de California y la occidental de Baja California, consecuencia del efecto del viento y, en el último caso, también de la Corriente de California. Además de esta corriente, en el Pacífico se deja sentir la Corriente del Pacífico Oriental Tropical. Ambas, junto a la Corriente Costera de Costa Rica —denominada Corriente Mexicana frente al litoral de nuestro país—, que viene de Centroamérica, y llega en junio y julio hasta Cabo Corrientes, y en agosto al Golfo de Tehuantepec —donde también existe una corriente local con el mismo nombre—, forman la Corriente Norecuatorial.
En el Golfo de California la presencia de la Corriente del Golfo, la de California y la Costera de Costa Rica, con variantes en alcances espaciales y temporales, produce una circulación compleja. Destaca que en el Alto Golfo —de las grandes islas hasta la desembocadura del Río Colorado— hay una circulación local que constituye grandes giros ciclónicos y anticiclónicos, con ascensiones y hundimientos de agua respectivamente, cerca de la costa. De las grandes islas —Ángel de la Guarda y Tiburón— hacia el sur, por efecto de la dirección del viento, también se presentan surgencias; cuando los vientos tienen dirección noroeste-sureste el afloramiento se registra en la costa oriental, en invierno y primavera, y cuando la dirección es sureste-noroeste las surgencias se presentan en la costa occidental del Golfo de California; por este fenómeno y el mayor número de aportes fluviales, el Golfo se considera como el más productivo de nuestras vertientes, lo cual se refleja en las pesquerías.
En la costa occidental la productividad es resultado exclusivamente de las surgencias, no obstante, a pesar de los beneficios que estas ofrecen, pueden constituir, junto con la temperatura, un medio favorable para las mareas rojas —compuestas por dinoflagelados— las cuales son nocivas tanto para los peces como para los humanos. Este fenómeno, que antes se manifestaba eventualmente y por corto tiempo, actualmente es recurrente y prolongado debido a las descargas de aguas residuales antropogénicas que eutrofizan la zona costera.
En el Golfo de México existe una corriente proveniente de la Corriente del Caribe, que toma su nombre a la altura de la península de Yucatán, y en el Golfo se llama, por su forma, de El Lazo. Es cálida y salina, y se desplaza heterogéneamente año con año, formando giros ciclónicos —ascensión de agua— y anticiclónicos —hundimiento de agua—, de los cuales el más importante, por su tamaño, es el de Tamaulipas.
En el Caribe Mexicano se registra una ascensión de aguas profundas por el cambio en la dinámica de circulación, al pasar la Corriente del Caribe a través del estrecho Canal de Yucatán, afloran las aguas profundas en la Sonda de Campeche, enriqueciéndola en nutrimentos, lo cual se refleja en un incremento en las pesquerías.
La importancia biótica de las corrientes oceánicas y costeras radica en que son mecanismos de dispersión de organismos a gran escala, ya sea en estados larvales o adultos.
Otro importante rasgo geomorfodinámico son las mareas. Las más altas de toda la costa de México están en el Alto Golfo de California, donde alcanzan poco más de 10 metros de altura —en primavera—, precisamente por la presencia de las grandes islas, que al estrechar el paso mareal, provocan un aumento en su altura. En cambio, la marea en el Pacífico tropical mexicano se caracteriza por ser de amplitud pequeña a partir de Lázaro Cárdenas, Michoacán, y se incrementa hacia el Golfo de Panamá.
Algunos autores señalan que la marea del Golfo de México está en cooscilación con la marea del Atlántico, entrando por Florida y saliendo por el Canal de Yucatán, y tanto la batimetría como la configuración tienen influencia en el tipo y amplitud.
En las lagunas y estuarios las mareas son el transporte de organismos en la pleamar —o entrante—, particularmente planctónicos, que requieren para su crecimiento o reproducción ciertas condiciones salinas, de temperatura, de resguardo o baja dinámica y mayores fuentes de alimento; posteriormente, con la bajamar —o saliente— regresan al mar, según sea su ciclo de vida.
Biología
La luz —tanto en calidad como en cantidad— es un factor físico preponderante desde el punto de vista de la producción primaria —fotosíntesis—, fitoplanctónica y de la macrovegetación —fanerógamas, halófitas e incluso manglar. A nivel oceánico se considera que a una profundidad de 100 metros —capa fótica— los organismos fitoplanctónicos no tienen limitaciones para realizar la fotosíntesis, ya que disponen de una cantidad y composición lumínica adecuada (ver figura 2). Por debajo de esa profundidad se ubica la capa afótica —sin luz—, aunque con una zona de penumbra entre 100 y 200 metros. Dada la fuente de materia orgánica producida por el fitoplancton, las grandes pesquerías se realizan en los primeros 100 a 200 metros de profundidad. En el caso de la zona costera —lagunas, principalmente—, por su someridad y el efecto del viento se resuspenden sedimentos y se presenta una significativa turbiedad que pudiera limitar la producción primaria; sin embargo, la luz que penetra desde la superficie hasta el fondo no es totalmente atenuada por los sedimentos en suspensión, ya que debido al efecto físico de dispersión, ésta se difunde en todos los sentidos, es decir, en un ángulo de 360º, permitiendo a la vegetación absorber las longitudes de onda necesarias para la fotosíntesis.
Una de las comunidades vegetales más importantes asentadas en la zona costera, bordeando lagunas, marismas, estuarios e inclusive bahías, es el manglar. En México hay 6 602 km2 cubiertos de manglares, lo cual representa poco más de la mitad de lo que existía hace aproximadamente 35 años como consecuencia de diversas actividades humanas. Algunos estados cuentan con extensas áreas, como Chiapas, Nayarit, Campeche, Tabasco y Sinaloa, formados por especies como Rhizophora mangle (mangle rojo), Avincennia germinans (mangle negro), Laguncularia racemosa (mangle blanco) y Conocarpus erectus (mangle botoncillo); a muchas las han deforestado para campos agrícolas y, actualmente, acuícolas. Por su gran biomasa y producción primaria —materia orgánica— son una fuente importante de detritos para ciertos consumidores —heterótrofos— como las bacterias, que también forman parte de las cadenas alimentarias en la zona costera. Los manglares albergan diferentes especies acuáticas —crustáceos, peces y moluscos— de un gran significado ecológico y económico; la magnitud de su destrucción aún no ha sido evaluada por la inexistencia de criterios comparativos entre el valor ecológico y el económico; por ejemplo, estos bosques protegen de la erosión y de fenómenos atmosféricos como huracanes, lo que refuerza la importancia de su conservación.
La alta productividad primaria del Golfo de California, tanto oceánica como costera, se ha evaluado por medio del contenido de clorofila a. En el Alto Golfo alcanza concentraciones mayores de 30 mg/m3, resultado de las surgencias y la dinámica local —giros—, mientras que en el resto del golfo los contenidos son menores pero más altos que cualquier otra vertiente de México —de 0.5 a 25 mg/m3—, por los nutrimentos —nitratos, ortofosfatos, cofactores como ciertos elementos traza— que aportan los ríos a las lagunas, bahías, estuarios y marismas; éstas transfieren al golfo por las mareas. Los ríos más importantes en todo el golfo son el Colorado, el Concepción, el San Ignacio, el Sonora, el Malapo, el Yaqui, el del Fuerte, el Sinaloa, el Mocorito, el Culiacán, el Piaxtla, el Presidio y el Baluarte. Actualmente, a muchos los han represado para fines agrícolas, situación que incrementa los nutrimentos, fertilizantes, biocidas y metales pesados procedentes de esta actividad.
Por su origen y evolución geológica, el Golfo de California se caracteriza por tener una fauna bentónica asociada a las ventilas hidrotermales, que son resultado de la actividad volcánica —localizadas a más de 2 500 metros de profundidad en la Cuenca de Guaymas— y que se sostienen por un heterotrofismo basado en el ciclo del azufre. A esas profundidades el metabolismo disminuye y se incrementa el tamaño de la fauna, por lo que las especies alcanzan tallas hasta de 10 veces mayores que sus equivalentes en la zona costera; ejemplo de ello son los cangrejos, el gusano vestimentífero gigante Rifita sp., las almejas vesicomidas y las grandes masas de bacterias Beggiatoa, base de la pirámide trófica en esas profundidades. Estas ventilas hidrotermales representan una importante fuente energética —hidrocarburos— y de sulfuros metálicos; sin embargo, hasta ahora no han sido explotadas por el alto costo y sólo se han enfocado a la investigación científica.
El Golfo de México, por el contrario, tiene una baja producción primaria, con contenidos de clorofila a entre 0.1 y 1.5 mg/m3. En esta zona costera se encuentran los arrecifes calcáreos y coralinos de origen geodeposicional y biológico, que están ubicados especialmente en las aguas cálidas de las vertientes del Golfo de México y del Pacifico Tropical Mexicano, y que constituyen comunidades de gran eficiencia y estabilidad energética. Resultado de ello, coexisten allí una amplia diversidad de especies de distintos grupos; por eso, a pesar de estar asentados, en la mayoría de los casos, en una plataforma arenosa con una columna de agua baja en nutrimentos, se les ha denominado oasis.
El término coral agrupa a una gran variedad de organismos de forma polipoide con esqueleto, sésiles y bentónicos, que se ubican en la zona costera y a mayor profundidad. Los corales tienen una gran capacidad constructiva y son la base de la formación de arrecifes. Se presentan principalmente entre el Trópico de Cáncer y el de Capricornio. En México se ha registrado un total de 152 especies de corales pétreos; de ellos 139 corresponden a Scleractinia —97 para el Atlántico y 42 para el Pacifico; en esta vertiente algunos autores consideran que las comunidades coralinas se forman en parches. Asimismo, hay arrecifes con comunidades coralinas cerca de las islas, como en el Pacífico, en Rocas Alijos, Isla María Magdalena, Isla Clarión, frente a Puerto Escondido; dentro del Golfo de California, en Isla Carmen, Isla Espíritu Santo y Cabo Pulmo, entre otras. Por el lado del Atlántico existen más y mayores arrecifes coralinos cercanos a islas o formando bancos y cayos, entre ellos figuran La Blanquilla, Lobos, Enmedio, La Gallega, Isla Verde, Punta Mocambo, Anegada de Afuera, Alacrán, Cayo Arenas, Cayo Arcas y Banco Chinchorro.
Los arrecifes de coral en México que se sitúan cerca de la costa, a excepción de los de Banco de Campeche y Banco Chinchorro, en el Caribe, se exponen directamente a las actividades humanas.
Lo anterior apenas es un pequeño escenario del marco biofísico ambiental de la zona costera y oceánica de nuestras vertientes, que albergan una gran variedad de hábitats para una amplia diversidad de organismos y recursos pesqueros acuáticos y bentónicos. Estas áreas están condicionadas por diferentes factores a los que se deben adicionar los antropogénicos, que lejos de conservarlos van desapareciéndolos. A gran escala se pueden establecer actividades antropogénicas por vertiente que inciden en el ambiente costero o marino, sin dejar de considerar que hay heterogeneidad en actividades y deterioros puntuales; en el Golfo de México por ejemplo inciden más las petroleras, en el Caribe las turísticas, en el Golfo de California las agrícolas, en el Pacífico las portuarias e industriales, y en la costa occidental de Baja California las industriales y los escurrimientos del resto de América del Norte; todas ellas con un diferente grado de impacto y en algunos casos irreversibles.
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Referencias bibliográficas
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Guadalupe de la Lanza Espino
Instituto de Biología,Universidad Nacional Autónoma de México.
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como citar este artículo → De la Lanza Espino, Guadalupe. (2004). Gran escenario de la zona costera y oceánica de México. Ciencias 76, octubre-diciembre, 4-13. [En línea] |
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El Pacífico mexicano |
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Héctor Espinosa
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Mar del Sur fue el primer nombre que recibió en 1513, cuando desde una montaña en lo que hoy es Panamá, Vasco Núñez de Balboa observó una gran masa de agua. Sin tener conocimiento de ello, ocho años más tarde, el portugués Fernando de Magallanes le dio su actual nombre por la relativa calma encontrada después de pasar por los fuertes vientos que azotan en el estrecho que lleva su nombre al sur del continente americano. La parte correspondiente a México fue descubierta por Cortés, durante las expediciones a Guatemala y Honduras en 1522. Catorce años después, él mismo descubrió el mar que lleva su nombre, también denominado Golfo de California, y la costa noroccidental de Baja California.
Con más de 160 millones de kilómetros cuadrados de superficie, el Pacífico es el mayor cuerpo de agua del planeta. Sus límites están marcados por los continentes Antártico, Asiático, Americano y Oceanía. Un primer cálculo, por medio de las alineaciones magnéticas del planeta, da un origen cercano a 70 millones de años a las placas tectónicas que componen su fondo. Del lado americano, próximo a México, están formadas al norte por la placa Pacífica y hacia el sur por las cadenas montañosas submarinas que van del Golfo de California a las islas Galápagos, donde el suelo oceánico, limitado por dos cordilleras y la fosa de América Central, parece constituir una placa aislada conocida como placa de Cocos.
La parte correspondiente a la zona económica exclusiva de México abarca más de 2.3 millones de km2 de extensión marina; la costa mexicana consta de 7 146 kilómetros de longitud y desde ahí se miden las 200 millas náuticas de soberanía, incluyendo las islas oceánicas de Guadalupe, frente a la zona noroeste de Baja California, y el archipiélago de las islas Revillagigedo, frente al estado de Colima.
El Pacífico mexicano cuenta con un fondo marino —una batimetría— sumamente variable; la máxima profundidad de la que se tiene registro se encuentra frente a las costas de Chiapas y Oaxaca, en la fosa de Tehuantepec, con más de 6 000 metros. En la mayor parte de la zona económica exclusiva —más de 80%—, el fondo sobrepasa 2 000 metros. Del resto, aproximadamente 6% se ubica entre 1 000 y 2 000 metros, poco más de otro 6% entre 200 y 500 metros, y sólo 6.5% a menos de 200 metros. De norte a sur, las principales subplacas de la placa Pacífico son Borderland, Guadalupe, Arrugado y la porción sur de Baja California, donde se localizan las fracturas de Molokai, la depresión de Liches, el sistema de fallas de Agua Blanca, San Andrés, Santo Tomás, Tosca, Alijos, Ulloa Calafia y Abanico de Magdalena. En el Golfo de California, que forma parte de la placa del Pacífico, se encuentran las fallas transformantes de las cuencas de Guaymas, Carmen, Farallón y Pescadero, que conectan a la placa Pacífico y a la zona del Rift, la cual divide a la placa de Cocos.
Más allá del Golfo de California, hacia el sur se encuentran las placas Pacífica, Rivera, Cocos y la trinchera Mesoamericana que va hasta Puerto Ángel, Oaxaca. En esta zona se hallan las fosas de Manzanillo, Petatalco, Acapulco y Ometepec. Más al sur, en la zona Panámica, que abarcaría hasta la frontera de Chiapas con Guatemala, además de las anteriores placas se localiza una zona de subducción de la placa de Cocos y la Pacífico Norteamericana. En esta parte existe una serie de fracturas y fosas de subducción de gran profundidad. Todo ello resulta del movimiento de las placas tectónicas, que ha formado regiones montañosas submarinas que, a diferencia de las terrestres, son la causa del movimiento de los continentes.
Por otra parte, en gran medida se desconoce el tipo de fondo de esas cadenas submarinas, donde suceden erupciones que causan los movimientos telúricos, dando lugar a las chimeneas hidrotermales que vierten material en forma de magma al fondo del océano y a la presencia de diferentes formas de rocas. Se tiene conocimiento de varios volcanes en formación en la parte oceánica del Mar de Cortés.
En cuanto a la geología general del Pacífico mexicano, de norte a sur se compone de rocas de tipo ígneo, metamórficas y depósitos de aluvión en la región costera noroccidental de la península de California. En la zona oceánica, además de las anteriores, se pueden encontrar arenas. El norte del Golfo de California contiene rocas ígneas, metamórficas y sedimentarias, mientras que en la parte central se tienen sedimentos de tipo biogénico, originado por el plancton y necton, además de sedimentos de tipo limo-arcilloso, piroxenos y anfíboles. También, al sur se pueden localizar arenas de origen terrígeno y de fosforita. Las rocas ígneas y metamórficas hacia el sur del Golfo de California se combinan con arenas lodosas, arcillas pelágicas y terrígenas, con minerales detríticos como cuarzo, feldespato, micas, grava, esquistos y gneiss. En la zona costera de Chiapas-Oaxaca, se pueden encontrar rocas ígneas, metamórficas, arcillas pelágicas, arenas medias y finas y limos gruesos, que cambian bruscamente hacia la parte oceánica por ígneas, sedimentarias, basalto, limos, arcillas y lodo.
Es fácil imaginar que no todo el fondo marino es producto de los movimientos tectónicos y las formaciones orogénicas marinas. También influye, al igual que lo hace el aire en los continentes, la erosión. En el caso del mar son los movimientos de las corrientes de agua las responsables de actuar en la formación de este efecto. En el hemisferio norte del Pacífico Oriental se localizan varias corrientes que confluyen en los mares mexicanos. Por un lado, en la costa sur de Alaska se forma la corriente de California, de bajas temperaturas, que llega hasta las costas de América del Sur. Mientras, en sentido contrario, la corriente Ecuatorial, que viaja paralelamente desde Asia por la zona del Ecuador a través del Pacífico central, con aguas de temperatura tropical cálida, llega a las costas americanas donde sube bordeando el continente hacia el norte. La corriente del Pacífico Norte, que proviene de la del Japón, cruza el Pacífico y choca con la corriente de California, uniéndose con aguas templadas en el noroeste del Pacífico mexicano. Estas aguas bañan las costas mexicanas con diferentes temperaturas durante el año y se complementan en el sur con aguas de las corrientes de Humbolt y del Perú, las cuales, junto con la Ecuatorial, brindan aguas de temperatura tropical que tienen efecto hasta el norte, en la parte central del Golfo de California y en la costa occidental de la península, al norte de bahía Magdalena. A grandes rasgos, esas son las principales corrientes superficiales, pero debe mencionarse que en el Golfo de California existe un sistema de corrientes con una dinámica particular. Además de todas las señaladas, que son notorias por la variación de temperatura a lo largo del año, en el Pacífico existen corrientes no superficiales, de profundidad, abismales y hadales.
Uno de los fenómenos naturales más conocidos e importantes en el mundo es El Niño, combinación de cambios oceánico-atmosféricos a ambos lados del Ecuador, en el centro y este del Pacífico. Se le llama así porque en Perú coincide con las fechas próximas a la navidad, es decir, el nacimiento del Niño Jesús. Consiste en una modificación de vientos en el Ecuador, que soplan de oeste a este a lo largo de la superficie del océano, llevando aguas cálidas hacia las costas orientales de norte y Sudamérica. Un indicador de la presencia de este fenómeno es la elevada temperatura en el océano y el continente, además del aumento en la precipitación en ciertas zonas y sequías en otras. En el área del Pacífico mexicano, salvo en años y épocas de El Niño, los vientos en el norte se presentan hacia el sur en primavera-verano y hacia el norte en otoño-invierno, dominando los nordestes y la formación de tormentas tropicales. En el Golfo de California los vientos vienen del noroeste en invierno, y en verano provienen del sureste; hay una temporada de huracanes de agosto a octubre. Hacia el sur, los vientos alisios con dirección al suroeste son dominantes, con la presencia de vientos ecuatoriales hacia el noroeste, registrándose de mayo a noviembre tormentas tropicales, ciclones y huracanes. En la región de Chiapas y Oaxaca, los vientos tehuantepecanos son los más importantes en verano.
Estas condiciones, junto con factores físico-químicos del mar, como salinidad, transparencia del agua, cantidad de oxígeno disuelto, conductividad, entre otros, hacen del Océano Pacífico un lugar único en el planeta, en donde se encuentra la máxima riqueza de especies marinas. En este mar confluye una serie de características especiales que producen ambientes y ecosistemas tan importantes como los arrecifes coralinos o las fosas hidrotermales, con especies endémicas que sólo pueden presentarse en ciertas condiciones, ya que la evolución de los organismos es paralela a la del entorno natural, por lo que no podría encontrarse las especies del Pacífico si las placas tectónicas no estuvieran arregladas de tal forma que a lo largo de su historia, las capas geológicas y los diferentes tipos de rocas hayan podido ser afectadas por las corrientes, vientos y fenómenos meteorológicos.
El Pacífico mexicano es atravesado por la línea imaginaria que marca el trópico de Cáncer. Muy cercana a esta latitud y longitud se encuentra la división entre dos regiones biogeográficas, la Neártica, con características templadas, que en Baja California le da un aspecto parecido al Mediterráneo y en Sonora desértico; y, hacia el sur, la región Neotropical, con climas cálidos y húmedos y vegetación de tipo selvático. Estas regiones, en el panorama mundial, incluyen una gran diversidad de organismos, ya que ambas se ubican en zonas donde existen un gran número de ecosistemas exclusivos y únicos del planeta. Debe mencionarse la importancia de la flora y fauna del Pacífico mexicano, desde los microorganismos planctónicos hasta los grandes vertebrados, que se encuentra en el mar patrimonial del país. Un recuento de poco más de 4 500 especies conocidas actualmente es un número conservador y aproximado. Las algas y la flora marina se calculan en más de 800 especies; 70 de corales, 700 de gusanos anélidos y poliquetos; aproximadamente 1 000 de crustáceos —camarones, cangrejos y langostas—; 500 de equinodermos, como estrellas de mar, erizos y pepinos de mar; 900 de moluscos, ostiones, mejillones y almejas vivalvos, pulpos y calamares; 1 500 de peces, incluidos los tiburones; 10 de anfibios y reptiles; 41 de mamíferos y más de 600 aves, aunque propiamente marinas serían alrededor de 80 especies.
Las provincias
La regionalización de la parte marina del Pacífico mexicano se ha realizado con base en múltiples divisiones, tanto por razones biológicas como por simplificación. Aquí se consideran tres grandes zonas, que podrían llamarse provincias desde el punto de vista de la distribución de los seres vivos, pero que pueden subdividirse, de acuerdo a los diferentes grupos de organismos, en subprovincias o simplemente en áreas de distribución. La más nórdica, localizada en la región noroccidental del país, incluye la costa occidental de la península de California, en los estados de Baja California y Baja California Sur, la isla Guadalupe y las 200 millas de mar patrimonial. La segunda, del Golfo de California, incluye la parte interna de la península hasta cabo San Lucas, del lado continental, las costas de los estados de Sonora, Sinaloa, Nayarit y norte de Jalisco, así como la porción oceánica frontal y las islas Revillagigedo. La tercera abarca desde la zona oceánica de mar patrimonial a la costa de los estados de Jalisco, Colima, Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Chiapas, hasta la frontera con Guatemala.
De acuerdo con muchos zoólogos marinos, la primera zona de California queda incluida en la provincia San Dieguina, debido a que tiene un alto endemismo por ser una región donde confluyen las biotas templadas y tropicales, ya que, aunque prevalecen las corrientes frías de California, las ecuatoriales tienen gran influencia. En esta parte pueden localizarse diferentes tipos de hábitats, como acantilados, playas y plataformas rocosas, lagunas costeras, ambientes insulares, mantos de macroalgas y pastos marinos, junto con los últimos manglares del sur; posee una zona oceánica con rocas emergidas y la isla Guadalupe, donde se ha considerado que 90% de las especies son endémicas, aunque no existe una gran riqueza de ellas. Entre las más emblemáticas de la isla figuran: el lobo fino de Guadalupe (Arctocephalus townsendi) y el pez mariposa guadaña (Prognathodes falcifer), además de una gran cantidad de aves marinas residentes y migratorias.
En general, la región o provincia presenta muchas zonas de reproducción, alimentación y crianza de aves migratorias y tortugas marinas. Allí se reproducen anualmente poblaciones de ballena gris (Eschrichtius robustus) y pueden encontrarse grandes concentraciones de sardina, anchoveta, langosta, abulón, erizo y tiburón azul. Esta zona mantiene una gran cantidad de ecosistemas, como los mantos de algas de Macrocystis pyrifera o ambientes propicios para el desarrollo de grandes cantidades del crustáceo Pleuroncodes planipes, conocido como langostilla.
La formación de surgencias marinas, que representan el reciclamiento o remoción de los nutrimentos que se depositan en el fondo por medio del sistema dinámico de las corrientes, causa una explosión alimentaria en cadena al llegar a la superficie. En la región se presentan de marzo a junio en Cabo Calonett, Punta Canoas, Punta Eugenia, Cabo San Lázaro, Punta Banda, Bahía San Quintín, San Hipólito, Asunción y Punta Abreojos. Las surgencias son el sostén de sardinas (Sardinops caerulea) y anchovetas (Engraulis mordax) —aprovechadas a gran escala por las pesquerías— las cuales constituyen la base alimentaria de atunes, tiburones, delfines y aves marinas, entre otros animales. Los microorganismos pláncticos son abundantes no sólo en cantidad sino en diversidad, y hacen de esta área una de las más ricas en lo que se llama producción primaria.
La segunda provincia, en el Golfo de California, es considerada como un mar interior, tiene una importante riqueza de especies y un alto endemismo, más de 15% de las especies, como resultado de la gran cantidad de ambientes con zonas muy productivas como bahías, esteros, lagunas costeras, islas, estuarios, humedales, marismas, ventilas hidrotermales, zonas de surgencias, arrecifes coralinos y manglares. En estos ambientes existen desde sitios de alta productividad planctónica hasta diversas comunidades de plantas y grandes mamíferos marinos, con una gran riqueza de peces, crustáceos, moluscos, equinodermos y de muchos otros invertebrados. Entre las especies endémicas se pueden mencionar a la vaquita marina Phocoena sinus y la totoaba (Totoaba macdonaldi), además de una gran cantidad de crustáceos y moluscos de importancia económica que son la base de importantes pesquerías, como la langosta verde (Panulirus gracilis), la almeja catarina (Astropecten circularis), la madreperla (Pinctada mazatlanica) y el calamar gigante (Dosidicus gigas). Los tiburones y los peces también son importantes desde el punto de vista alimentario, como el tiburón martillo (Sphyrna spp.) que tiene migraciones en cardumen a lo largo del Golfo, y las enormes agregaciones de peces pelágicos considerados menores, como las sardinas, y de los mayores, como atunes, picudos, otros tiburones y mantarrayas. También son notables, y ansiosamente esperadas por los pescadores, las “corridas” o el paso de grandes cantidades de corvinas del género Cynoscion, y júreles (Seriola spp.), así como de los peces de varias especies llamados lenguados.
Destaca la presencia de más de 50 islas donde anidan las aves marinas, por lo que son reconocidas mundialmente la isla Rasa en el Golfo y la Isabela en Nayarit, y algunos aspectos oceanográficos y climáticos propios que distinguen esta zona de las aledañas, como la temperatura del agua, que puede ubicarse en los 30 °C durante el verano hasta 9 °C en el invierno, y el cambio de las mareas de diurnas a semidiurnas y mixtas de acuerdo a la latitud y época del año.
Las amenazas
La zona oceánica del Pacífico mexicano esta prácticamente inexplorada y deberán, en un futuro cercano, descubrirse mucho más recursos vivos que podrán agregarse, por un lado, al conocimiento de la biodiversidad mexicana y mundial del océano más importante del mundo y, por el otro, a las pesquerías de importancia comercial. De las últimas se sabe que, en años recientes, están basadas en la explotación de poco más de 200 especies, de las cuales no más de 30 han sufrido una explotación desmesurada, como es el caso del camarón y langosta, pargos, huachinangos, sierras, meros y corvinas, algunas almejas y ostiones, así como dos especies de calamar, que figuran entre los más sobreexplotados.
Es importante resaltar que en los últimos dos siglos, la sobreexplotación, la contaminación y el escaso cuidado en la recuperación de los recursos y el ambiente han llevado a que el océano más grande del mundo, formado a lo largo de varios millones de años, esté alcanzando límites irreversibles de destrucción. En especial el Pacífico mexicano, fuertemente sobreexplotado, donde la captura de las especies es cada vez más difícil y alejada de la costa. Aunado a ello, la destrucción del fondo marino en la plataforma continental ocasionada por los arrastres camaroneros provoca la desaparición de especies en esas zonas.
Las modificaciones físicas que ha sufrido buena parte de la costa occidental mexicana se deben a la construcción de muelles y marinas, la modificación de las playas al instalarse centros turísticos, con poco o nula planeación, así como la modificación de extensas áreas con fines de maricultivos. Lo último, no sólo en las zonas marinas, sino incluso en bosques de manglar continentales, destruyendo grandes áreas de vegetación con el fin de tener granjas de cultivos marinos. Por otro lado, la contaminación de los ríos ha pasado a los océanos. En el caso del Pacífico mexicano, el desagüe de residuos industriales, detergentes e insecticidas provoca el alejamiento de las especies marinas o francamente su desaparición. De la misma forma, la falta de planeación en el desalojo de aguas urbanas y turísticas hace que las playas y costas aledañas sufran grandes cambios en su composición, contaminando la mayoría de las bahías del Pacífico. En este sentido, la mejor forma de recuperar las áreas afectadas, así como la fauna y la flora, es con un poco de sentido común, empezando por reconocer que han sido afectados enormemente, y hacer valer las leyes vigentes, tratando al mismo tiempo de aportar alternativas a los habitantes de esta zona así como una educación hacia la naturaleza, para que pueda ser usada sin perderla.
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Hector Espinosa
Instituto de Biologia, Universidad Nacional Autónoma de México.
_______________________________________________________________ como citar este artículo → Espinosa, Héctor. (2004). El Pacífico mexicano. Ciencias 76, octubre-diciembre, 14-21. [En línea]
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El joven mar Caribe |
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Juan José Morales
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Frente al litoral de Quintana Roo, en el extremo oriental de México, se extienden los casi 2.8 millones de kilómetros cuadrados del Caribe, un joven mar mediterráneo —quinto en el mundo por su extensión— de aguas cálidas, cristalinas y coloridas, menos salinas que las del Atlántico, biológicamente pobres y muy escasas en pesca, pero que a la vez albergan uno de los ecosistemas más bellos y ricos de este planeta. Un mar turístico por excelencia, con playas de arena fina y deslumbradoramente blanca, profundo, con una espectacular topografía submarina —resultado de portentosos movimientos tectónicos que aún siguen manifestándose violentamente— y cuyas aguas cumplen la doble función de incubadoras de tormentas y huracanes, y de sistema de calefacción con alcance transoceánico que ayuda a suavizar el duro clima del norte de Europa.
Delimitado por la península de Yucatán, el extenso arco insular de las Antillas, el norte de Sudamérica y el istmo centroamericano, el Caribe se formó durante el período Terciario, entre 65 y dos millones de años antes del presente, como resultado de la llamada deriva continental o desplazamiento de las placas de la corteza terrestre. En un largo y lento proceso, las placas continentales de Norte y Sudamérica se fueron alejando del primitivo supercontinente de Pangea y así se formó el océano Atlántico. A la vez, se iban separándo una de la otra, y en el espacio que dejaban se fue introduciendo un gran trozo rectangular de la placa del Pacífico, que finalmente se separó y se diferenció de ella para constituir lo que ahora es la placa del Caribe. Finalmente, los movimientos tectónicos llevaron al istmo centroamericano hasta el sitio que ahora ocupa, separando por completo al Atlántico del Pacífico en esa región. Había nacido el mar Caribe.
Si se pudiera vaciar completamente o si sus aguas fueran tan transparentes como el aire, ofrecería un paisaje extraordinario, con una espectacular sucesión de montañas, volcanes, mesetas, barrancas, escarpas, colinas, llanuras, cordilleras, desfiladeros, hondonadas, picos y cañones que constituyen una de las más accidentadas y complejas topografías submarinas del mundo.
El lecho del Caribe se divide en cinco cuencas o regiones claramente diferenciadas, separadas entre sí por cordilleras o mesetas. La más próxima a México es la cuenca de Yucatán, de forma aproximadamente triangular. Sus límites son por el oeste el talud continental de la península de Yucatán, al norte la costa de Cuba y al sureste una cordillera submarina que corre del sur de Cuba hasta Belice y Guatemala, y de la cual las islas Caimán son picos emergentes.
Usualmente se considera la totalidad del Caribe como un solo mar, incluso hay quienes lo engloban junto con el Golfo de México en una misma unidad a la que llaman Gran Caribe o Mediterráneo Americano. Pero tanto entre el Golfo y el Caribe, como entre las porciones oriental y occidental de este último, hay claras y marcadas diferencias, a tal punto que algunos oceanólogos consideran que las dos secciones caribeñas son dos mares y no uno solo.
La mitad oriental es la más antigua y su origen está relacionado con los grandes plegamientos que ocasionaron la formación de las cadenas montañosas del norte de Sudamérica y las islas de las Antillas Menores, que son volcanes, en algunos casos aún activos, como Montserrat. La parte occidental, a la que a veces se llama mar de las Antillas o mar de Yucatán, geológicamente tiene un origen distinto y es muy estable —prácticamente inactivo— desde el punto de vista sísmico y volcánico.
Esta zona occidental se halla sobre la placa de Norteamérica, lejos de la línea de contacto con la del Caribe. Ambas placas, además, se deslizan en sentido opuesto a lo largo de sus bordes, por tanto no hay procesos de encuentro o subducción que provoque sacudidas sísmicas, la formación de magma ni actividad volcánica. Por eso en la península de Yucatán y zonas aledañas no hay volcanes ni terremotos.
En cambio, en la región oriental la placa del Caribe colisiona con la de Norteamérica y se introduce bajo ella en un proceso de subducción, en el cual la fricción entre los bordes de esos dos grandes fragmentos de la corteza terrestre produce terremotos y una gran cantidad de energía térmica que se manifiesta en actividad volcánica. En las Antillas Menores hay no menos de 15 volcanes activos, más otra docena que se considera latente, y de mediados del siglo xvii a fines del xx ocurrieron más de 15 fuertes temblores, por lo menos 25 erupciones en tierra firme y diez de un volcán submarino situado al norte de la pequeña isla de Granada.
Un mar pobre en pesca
El Caribe se caracteriza por lo reducido de su plataforma continental o zócalo submarino, que es la porción del fondo inmediata a las islas y continentes, de suave pendiente y profundidad no mayor de 200 metros. Mientras en el Golfo de México la plataforma es muy ancha y se extiende usualmente 50, 100 y hasta 250 kilómetros desde la costa —como en el norte de Yucatán—, en el Caribe por lo general no mide más de unos kilómetros y en algunos lugares prácticamente no existe. Tal es el caso de la región oriental de Cuba, donde las montañas de la Sierra Maestra se hunden directamente en la fosa de las Caimán, de modo que la diferencia de nivel entre el fondo marino y el pico más alto de la sierra resulta ser de 8 274 metros, comparable a la altura del Everest.
En Quintana Roo, a escasos 20 kilómetros de la playa se registran profundidades de mil metros o más, y aunque el estado tiene una larga línea costera de 800 kilómetros, su plataforma continental es de tan sólo nueve mil kilómetros cuadrados. En cambio, el vecino estado de Yucatán, con 360 kilómetros de costa, tiene cien mil kilómetros cuadrados de plataforma, y a 20 kilómetros del litoral la profundidad es de apenas 20 o 25 metros.
Por ser tan reducido el zócalo submarino y tratarse de un mar tropical profundo —7 535 metros en la fosa de las Caimán o fosa de Bartlett, sobrepasando 3 600 metros en la mitad de su extensión y 75% de ella a más de 1 800—, el Caribe tiene muy baja productividad biológica y, consecuentemente, es pobre en pesca, salvo en las zonas de arrecifes coralinos. En conjunto, todos los países de la región obtienen anualmente sólo medio millón de toneladas de productos pesqueros, o sea la tercera parte de lo que México produce.
Lo que ocurre es que los principales recursos pesqueros se encuentran en las plataformas continentales, no en las zonas profundas. Para crecer, el fitoplancton —que es la base de la vida en el mar— requiere nutrimentos, que se hallan en el fondo, y energía luminosa, que abunda en las capas superiores del océano a las que puede penetrar la luz solar. En los mares fríos y templados, donde hay grandes diferencias estacionales de temperatura, durante el invierno las aguas superficiales se enfrían, se hacen más densas y se hunden, obligando a las del fondo a levantarse. Se forman así las llamadas corrientes de surgencia, que llevan hacia arriba nutrimentos del lecho marino. Este fenómeno, que se repite año con año, sumado a la abundante luz de los largos días veraniegos, propicia el crecimiento del fitoplancton y en consecuencia de plancton animal, peces, crustáceos, moluscos y demás organismos marinos.
En el Caribe el mar conserva prácticamente la misma temperatura todo el año —25.5 °C en invierno, y 28 en verano—, por lo que no ocurre tal cosa, y la enorme profundidad impide que la turbulencia causada por las corrientes y las tormentas alcance el lecho marino y levante materiales de él, como sucede en las someras aguas de la extensa plataforma continental del Golfo de México.
Playas, sol y huracanes
Pero la pobreza biológica y la escasa pesca tienen su cara positiva: las tibias, límpidas y cristalinas aguas caribeñas junto a su blanca y fina arena, que se mantiene fresca aún a mediodía bajo los ardientes rayos del sol, son muy atractivas para los visitantes, lo cual ha propiciado el gran desarrollo del turismo en la región. La blancura de la arena se debe a que es de carbonato de calcio. Parte de ella consiste en restos de corales y conchas de moluscos molidos y pulverizados por el oleaje, pero la mayor parte se forma por la descomposición de algas calcáreas. Estas pequeñas plantas marinas, muy abundantes en aguas someras y de las cuales hay numerosas especies, contienen tanto carbonato de calcio que a veces sus hojas son rígidas. Como los granos de arena son muy pequeños, tienen una superficie muy grande en relación con su volumen. Ello hace que no puedan acumular mucho calor y además lo irradien rápida y fácilmente. Por eso no llegan a calentarse y siempre se sienten frescos.
El sol con que se broncean los turistas es la fuente de energía que hace del Caribe generador e incubadora de tormentas tropicales y huracanes. Estos fenómenos se dan únicamente en el océano —sobre tierra se debilitan y desvanecen—, pues para su formación requieren condiciones específicas: aguas de por lo menos 200 metros de profundidad a temperatura de 27 a 29 °C calentadas por el sol durante un tiempo prolongado.
En el Caribe la temporada de huracanes comienza oficialmente el 1 de junio y concluye el 30 de noviembre. Durante esa época los días son más largos y los rayos solares inciden más directamente. El mar acumula así una gran cantidad de energía térmica que luego transmite a la atmósfera. El aire, al calentarse, se dilata y eleva, formándose una zona de baja presión a la que fluye aire de los alrededores. Así se desarrolla un sistema de fuertes vientos que circulan en espiral alrededor de un pequeño núcleo: el ojo del huracán.
La porción oriental del Caribe es una zona matriz o generadora de huracanes. Ahí se han formado, entre otros, el Mitch, que en octubre de 1998 devastó Centroamérica con un saldo de miles de muertos y cientos de miles de damnificados, y el Isidore, que en 2002 causó estragos en el estado de Yucatán. Pero muchos de los que llegan a suelo mexicano desde el Caribe no se originan en sus aguas sino que éstas únicamente actúan como una especie de incubadora que los nutre y fortalece con más energía. Los huracanes especialmente intensos y destructores provienen por lo general del otro lado del Atlántico, de la zona de las islas de Cabo Verde, cerca de la costa occidental de África. Su gran magnitud y violencia se deben a que —si encuentran condiciones propicias en su largo recorrido— tienen mucho tiempo para crecer y vigorizarse, y parte de este proceso ocurre durante su tránsito sobre el Caribe.
Ese mismo sol caribeño que fortalece los huracanes al cargar de energía térmica las aguas tropicales es también el motor del gran sistema meteorológico de irrigación que cada año, durante los meses cálidos, levanta vapor de agua del mar, lo acumula en grandes formaciones nubosas y lo lleva a tierra bajo el impulso de los vientos alisios. No es casual que en la península de Yucatán a las precipitaciones veraniegas se les llame “lluvias orientales”, pues de esa dirección del Caribe provienen. Tampoco es casual que la temporada de lluvias en México —salvo en el extremo noroeste, que tiene clima mediterráneo con lluvias en invierno— coincida con la temporada de huracanes. Y es que tanto éstos como las tormentas y sus predecesoras, las depresiones tropicales, se caracterizan precisamente por sus extensas y densas masas de nubes. En una tormenta o un huracán de regular tamaño, éstas abarcan en promedio 300 000 kilómetros cuadrados y provocan precipitaciones del orden de 150 a 300 milímetros sobre amplias zonas, incluso a cientos de kilómetros de su centro. En los grandes huracanes pueden cubrir dos o tres millones de kilómetros y descargar en un par de días sobre una región hasta la mitad de la lluvia que normalmente cae en un año.
Las corrientes marinas
El sol caribeño es igualmente la fuente de energía del colosal sistema de calefacción que, mediante caudalosas corrientes marinas, lleva el calor del trópico más allá del Círculo Polar Ártico y permite que el norte de Europa sea habitable.
La famosa Corriente del Golfo o Gulf Stream, como se le conoce en inglés, de hecho nace con el nombre de Corriente del Caribe. Se forma por la confluencia de tres corrientes procedentes del norte y del sur del Atlántico —la Ecuatorial del Norte, la de Brasil y la de las Guayanas—, que penetran por los pasos entre las islas, principalmente las de las Antillas Menores. La Corriente del Caribe sigue una dirección general hacia el oeste, acumulando calor en todo el trayecto, y entra al Golfo de México por el canal o estrecho de Yucatán, entre el Cabo Catoche, en el noreste de la península, y el Cabo San Antonio, en Cuba. Allí su caudal es de 30 millones de metros cúbicos por segundo. Tal cantidad de agua equivale a 120 veces el desfogue máximo del Amazonas.
En el canal de Yucatán existe una especie de escalón o umbral submarino cuya profundidad, de 1 800 metros, es mucho menor que la del resto de la cuenca de Yucatán. Al topar con ese obstáculo, las enormes masas de agua que circulan por las profundidades tienen que ascender, levantando sedimentos del fondo que, arrastrados por la corriente, se van desparramando sobre la extensa plataforma continental del norte y occidente de la península. Por eso a partir de la zona de la isla del Contoy, en Quintana Roo, hay abundante pesca.
Después de moverse por el Golfo, la corriente regresa al Atlántico por el estrecho de La Florida —ya con el nombre de Corriente del Golfo— y toma rumbo hacia Europa, acrecentándose con la Corriente de las Antillas y otros grandes aportes de aguas del Atlántico mientras avanza a lo largo de la costa norteamericana, hasta alcanzar un máximo de 130 millones de metros cúbicos por segundo. Finalmente, llega a las islas británicas y la península escandinava, todavía con suficiente calor como para que los puertos noruegos situados más allá del Círculo Ártico se mantengan libres de hielo todo el año, aun en los meses de la larga y gélida noche polar. En cambio, Groenlandia, situada a menor latitud pero no bañada por esas aguas caribeñas, es una masa perpetua de hielo y nieve.
El Gran Arrecife Maya
El rasgo distintivo de la costa del Caribe mexicano es la cadena de arrecifes coralinos —escollos sumergidos constituidos por masas de coral que llega cerca de la superficie— que la bordea desde la isla del Contoy, al norte de Cancún, hasta Belice y Honduras. Se le conoce como Sistema Arrecifal Mesoamericano o Gran Arrecife Maya y se le considera la segunda del mundo después de la Gran Barrera Coralina de Australia. Pero mientras esta última tiene más de 2 000 kilómetros de largo y 80 de ancho, la nuestra es bastante modesta: sólo unos 500 kilómetros de longitud total y amplitud que va de escasos 100 o 200 metros en su porción norte, a dos o tres kilómetros en el sur, donde alcanza su máximo desarrollo.
Este sistema arrecifal, por otro lado, no es continuo, sino que en distintos sitios se interrumpe en tramos de varios kilómetros. Además, en muchos puntos presenta angostos cortes o brechas, llamados localmente “quebrados”, que son como canales naturales enteramente desprovistos de coral y lo bastante profundos para permitir el paso de pequeñas o medianas embarcaciones.
Los arrecifes caribeños son bastante jóvenes —sólo unos 20 000 años de edad— y por ello todavía incipientes y poco desarrollados. De hecho, se les puede considerar de segunda generación, pues se formaron sobre los restos de otros más antiguos, que murieron durante la última glaciación debido al frío y al descenso del nivel del mar. Aquellos antiguos arrecifes dejaron una especie de escalón rocoso a lo largo de la costa oriental de la península, y al finalizar la glaciación, subir el nivel del mar y calentarse el agua, las nuevas formaciones de coral pudieron restablecerse sobre ese borde. Luego, al ascender un poco más el mar, penetró detrás de ellas, dejándolas separadas de la costa por una franja de aguas marinas someras a la que se llama laguna arrecifal.
Los pólipos y su exoesqueleto
Hay dos tipos de corales: los duros o pétreos, con esqueleto rígido, de los cuales en el Caribe existen unas 70 especies, y los blandos, cuyo esqueleto es flexible y está formado por multitud de agujillas de carbonato de calcio, llamadas espículas, embebidas en una matriz de material córneo relativamente suave. Estos corales, que ondulan suavemente con el oleaje, son popularmente llamados abanicos, látigos o plumas de mar, crecen con mayor rapidez que los duros, ya que no consumen mucha energía en formar grandes esqueletos. En el Caribe abundan mucho más que en otros mares tropicales y hay numerosas especies de muy variadas formas y colores, algunas de gran tamaño.
Todos los corales, duros o blandos, están constituidos por colonias de pólipos, que son minúsculos animales muy primitivos y rudimentarios, usualmente de uno a diez milímetros de largo, con forma de pequeños sacos o bolsas. En la abertura poseen un manojo de tentáculos que les permiten atrapar pequeñas partículas alimenticias arrastradas por el agua o capturar diminutas presas. Cada pólipo segrega carbonato de calcio, con el que forma el esqueleto externo o exoesqueleto colectivo de la colonia, cuya forma es típica de cada especie. Las hay que parecen cuernos de alce o de venado, cerebros humanos, órganos musicales, manos, flores, cactos, candelabros, pilares, lechugas, cortinajes, arbustos o coliflores. A medida que los pólipos se multiplican por división, va creciendo la colonia, hasta cierto límite según la especie. La rosa de coral Manicina areolata alcanza como máximo 20 centímetros, pero los corales cerebro Meandrina meandrites pueden sobrepasar siete metros de diámetro, aunque para ello demoran miles de años.
El arrecife coralino es uno de los ecosistemas más ricos y diversificados de la Tierra, comparable a la selva tropical. En él coexisten, además de los corales, una enorme cantidad de algas y esponjas, alrededor de 400 especies de peces, y entre dos y tres mil de caracoles, cangrejos, estrellas de mar, erizos, langostas, pulpos, anémonas, camarones, tortugas, gusanos y otros muchos crustáceos, moluscos, celenterados, equinodermos y demás invertebrados, muchos de ellos de gran belleza por sus extrañas y llamativas formas y gran colorido.
Puede parecer anómalo y contradictorio que en aguas como las del Caribe, tan pobres en nutrimentos, haya tal abundancia y concentración de formas de vida. Eso fue durante muchos años un enigma incluso para los biólogos, porque en el arrecife aparentemente el número de consumidores —esto es, animales herbívoros o carnívoros— supera al de productores, o sea organismos vegetales capaces de formar su propio material alimenticio mediante la fotosíntesis. Esa situación viola un principio básico de la ecología y de la lógica misma, ya que obviamente en cualquier ecosistema la masa de productores —de organismos que son consumidos— debe necesariamente ser mayor que la de los consumidores que se alimentan de ellos. Finalmente se descubrió que los productores —los organismos vegetales— estaban integrados en los corales mismos y ocultos en ellos.
Los pólipos tienen los tejidos llenos de algas microscópicas llamadas zooxantelas con las que mantienen una relación simbiótica de mutuo beneficio. Muchos biólogos opinan que no se les puede considerar estrictamente plantas, sino más bien organismos intermedios con características tanto animales como vegetales, pues si bien poseen cloroplastos, estructuras celulares cargadas de clorofila en las cuales se realiza la fotosíntesis, y normalmente se hallan dentro de los pólipos, también pueden vivir independientemente y moverse por sí mismas. Estas algas, mediante la fotosíntesis, producen alimento para los pólipos y a la vez aprovechan los desechos del metabolismo de sus hospederos —dióxido de carbono, amoniaco, fosfatos y minerales. También contienen pigmentos que dan a los corales vivos sus colores característicos, muy diferentes al blanco de los esqueletos muertos.
Los arrecifes coralinos, además de ser un gran atractivo turístico, albergan valiosas especies pesqueras, como la langosta marina y el boquinete. Asimismo, actúan como una especie de rompeolas natural que protege la costa del oleaje durante los huracanes y las tormentas tropicales. Pero durante las últimas décadas se ha observado en ellos un alarmante deterioro cuyas causas son todavía motivo de discusión, pero al parecer obedecen a una combinación de factores, como contaminación con aguas negras, aumento en la temperatura del mar por efecto del calentamiento global, sobrepesca y daños por el exceso de visitantes.
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Juan José Morales
Escritor, periodista y divulgador de la ciencia,especialista en temas marinos.
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como citar este artículo → Morales, Juan José. (2004). El joven mar caribe. Ciencias 76, octubre-diciembre, 34-41. [En línea] |
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Golfo de México, circulación y productividad |
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María Adela Monreal Gómez, David Alberto Salas de León y Adolfo Gracia Gasca
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La gran diversidad de ambientes y recursos biológicos que existe en el Golfo de México crea condiciones favorables para la proliferación de la vida, desde los ecosistemas templados y subtropicales, hasta los arrecifes coralinos, pastos marinos, lagunas costeras, estuarios, ríos, pantanos y manglares. Muchos de estos ecosistemas están estrechamente interconectados por un mismo flujo de energía a través de una compleja trama trófica, donde existen mecanismos a diferentes escalas espacio-temporales que promueven una alta producción primaria. Esta energía, si bien no es usada directamente por todos los organismos vivos, coadyuva en el almacenamiento de la energía primaria que fluye subsecuentemente al resto de la cadena alimentaria.
En las zonas costeras los aportes continentales, junto con diversos procesos hidrodinámicos, promueven la producción nueva, que deriva de la contribución externa —aporte alóctono— de nutrimentos, particularmente los nitratos, mientras que en aguas oceánicas estratificadas predomina la producción regenerada, que proviene principalmente de los productos de excreción del zooplancton. El conocimiento de la distribución y abundancia de los organismos planctónicos directamente beneficiados por los nutrimentos y sus efectos sobre organismos mayores, en condiciones de producción nueva y regenerada, es importante tanto desde el punto de vista científico como económico.
En general, la distribución, composición y estructura de las comunidades marinas, así como la disponibilidad de recursos pesqueros, responden a variaciones estacionales de factores ambientales. Fenómenos como cambios en el patrón de los vientos, en el campo de temperatura y en la precipitación influyen en la circulación, la cual es parcialmente responsable de la ubicación espacial de los organismos al definir el patrón de distribución de parámetros hidrográficos como la salinidad, la temperatura y la densidad, y promover la presencia de diferentes especies, dependiendo de su rango de tolerancia. En el Golfo de México la circulación es generada por la energía mecánica resultante de la acción de los vientos, el flujo de agua a través del Canal de Yucatán, la descarga de agua que proviene de los ríos y el intercambio de calor océano-atmósfera. Entre sus principales rasgos destacan la surgencia topográfica de Yucatán, la corriente de Lazo, los giros ciclónicos y anticiclónicos, y los frentes que se producen con el encuentro de aguas de diferentes características (figura 1).
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figura 1 |
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En el océano las corrientes influyen en la distribución de las comunidades marinas, ya que la alta productividad biológica frecuentemente se genera en áreas donde se lleva a cabo un rápido cambio de energía auxiliar, como son las zonas de surgencias o afloramientos costeros, vórtices, mezcla y frentes. Estos procesos favorecen el aumento en la productividad primaria, la cual se transfiere a lo largo de la cadena trófica con efectos en las comunidades marinas. La influencia de las corrientes es mayor en los organismos planctónicos debido a su baja capacidad natatoria. El plancton se presenta en forma de parches, principalmente en giros, al ser transportado por las corrientes; por ello su distribución no puede desvincularse del movimiento de las masas de agua. En el caso de las larvas de animales marinos, el transporte puede jugar un importante papel en el reclutamiento de la población y en el ciclo de vida de algunas especies.
Surgencias, corrientes y giros
Durante primavera y verano, en la costa oriental de la Península de Yucatán la corriente se intensifica y la fricción con el talud continental produce una surgencia topográfica. Ésta genera un ascenso de agua desde las capas subsuperficiales hacia la capa eufótica —la más iluminada—, llevando consigo partículas suspendidas o nutrimentos que incrementan la productividad biológica en dicha zona.
En esta región, existe una relación directa entre la intensidad de la surgencia y el estrangulamiento de la corriente. La geometría de la plataforma de Yucatán juega un papel primordial en la formación y extensión del afloramiento. El ancho de la plataforma al este de la Península es apenas de dos kilómetros, mientras que al norte tiene doscientos cincuenta. Esto permite que el agua de la surgencia permanezca sobre la plataforma dentro de la zona eufótica por largo tiempo —aproximadamente 40 días—, aumentando la fertilidad. A la altura del arrecife Alacranes —alrededor de 23 °N— ésta se separa de la plataforma continental a una velocidad estimada, cerca de la costa, en 10 centímetros por segundo, aumentando hasta 23 en la región más alejada.
Una vez que la corriente de Yucatán entra al golfo se produce una circulación en forma de Lazo que la une a la corriente de Florida. La corriente de Lazo engloba agua cálida y de alta salinidad, en su periferia se forman núcleos de agua fría que generan fuertes cambios en la temperatura superficial y frentes térmicos.
En la región próxima al Cañón de Campeche se ha observado un afloramiento de agua cercano al talud continental —éste queda de manifiesto por las bajas temperaturas superficiales y el ascenso de las isotermas e isolineas de oxígeno— y aún cuando su mecanismo de generación no ha sido completamente explicado, se considera que es muy similar al del margen oriental de la Península de Yucatán. Allí se forma también un par de giros anticiclón-ciclón, lo que favorece la productividad biológica, tanto en la frontera entre giros como en la zona de ascenso del agua.
En el Golfo de México se presentan giros de diferentes escalas, ciclónicos y anticiclónicos dependiendo de la dirección de rotación y si tienen núcleos de baja o alta presión —el movimiento alrededor de un área de baja presión es ciclónico, mientras que alrededor de una de alta presión es anticiclónico. En el hemisferio norte el agua circula en sentido contrario de las manecillas del reloj en un sistema ciclónico e inversamente en uno anticiclónico. Sobre la plataforma continental de Florida, de Texas-Louisiana y en la Bahía de Campeche se presentan giros ciclónicos de un diámetro aproximadamente de 150 kilómetros, que producen un ascenso de agua. Por la gran cantidad de nutrimentos que llega a la capa eufótica, aumenta la productividad primaria, transfiriéndose a lo largo de la cadena trófica y generando una cascada de energía hacia los organismos marinos, lo que favorece las pesquerías. Contrariamente a los giros ciclónicos, los anticiclónicos presentan un hundimiento de agua de alta temperatura y con bajo contenido de nutrimentos; por sus características estos giros son denominados cálidos y pobres. No obstante, éstos son importantes en los procesos biológicos porque cuando se presentan en una región próxima a un giro ciclónico, en la frontera entre ellos se forma un frente oceánico, denominado frente geostrófico, ya que existe un balance entre las fuerzas de gradiente de presión y la de Coriolis. La corriente de Lazo es generadora de giros anticiclónicos, y tiene un mecanismo que explica la formación de un núcleo cálido muy energetizado cuando los núcleos fríos presentes en la periferia se aproximan al Lazo y se estrangulan. Ese núcleo, al desprenderse de la corriente se desplaza hacia el oeste hasta llegar frente a Tamaulipas, donde sufre una colisión con el talud continental. Al unirse las oscilaciones se produce el estrangulamiento de la corriente de Lazo y se desprende el núcleo cálido de alta salinidad. Si bien, la máxima intrusión de la corriente de Lazo se ha observado en verano y la mínima en invierno, existe una alta variabilidad y el periodo de desprendimiento del giro anticiclónico se ha calculado entre tres y venticinco meses.
Debido a su movimiento y aporte de material en suspensión a la superficie, los giros ciclónicos establecen una configuración radial; al diferenciarse en mayor grado del centro hacia los bordes, como resultado de la física del giro que pone en contraste las condiciones del centro con la de sus bordes, producen un reacomodo de las diversas comunidades que inicialmente se hallan distribuidas homogéneamente dentro del giro y en el agua circundante. Las contrastantes condiciones entre el giro ciclónico y el agua circundante se reflejan en la existencia de diferentes comunidades, por ello generalmente la composición de organismos en un giro es tal que su centro es ocupado por los dinoflagelados, mientras que en su periferia, debido a los procesos de mezcla y a la entrada de silicato, domina la comunidad de diatomeas.
Mareas y frentes
En las regiones someras, las mareas generan una turbulencia que puede funcionar como agente que recicla los nutrimentos provocando su resuspensión, lo que permite que estén disponibles para la fotosíntesis. Este proceso representa una fuente continua de enriquecimiento que induce la producción, siempre y cuando la iluminación sea suficiente. Por su parte, los frentes oceánicos y costeros delimitan las fronteras entre aguas con características diferentes y son interfaces en las que la energía mecánica es accesible y puede contribuir en el balance de la energía trófica. Los frentes pueden ser superficiales o bentónicos —en el fondo—, halinos, térmicos o termohalinos, dependiendo de su localización y de las causas que los provoquen. Las surgencias, los dipolos ciclón-anticiclón, las mareas y la descarga de ríos pueden causar frentes. La frontera entre núcleos de agua fríos y cálidos es una zona de posible frente, debido al fuerte gradiente de temperatura que suele ocurrir. Los frentes de marea se forman generalmente entre áreas bien mezcladas y regiones dentro de la plataforma continental donde el agua permanece estratificada.
En el Golfo la marea es generalmente débil, pero su tenue y casi imperceptible acción controla el ritmo de los hábitats costeros, posibilitando la existencia de numerosos organismos que dependen de la materia orgánica transportada por sus flujos y reflujos. En la zona costera, y sobre todo en lagunas como la de Términos, la marea juega un papel muy importante en la mezcla, alcanzando su máximo durante la luna nueva y llena, cuando ocurren las mareas vivas, mientras que su menor intensidad se presenta en cuarto menguante y creciente, es la marea muerta, cuando ésta alcanza un mínimo rango. Las corrientes instantáneas son muy importantes en la mezcla. Sin embargo, en cuanto al transporte de material en suspensión y de larvas lo determinante son las corrientes residuales, definidas como el promedio de las corrientes instantáneas en un ciclo de marea.
Por su parte, las zonas frontales, consideradas como altamente productivas, presentan singularidades en el gradiente horizontal de temperatura, salinidad, densidad, velocidad y nutrimentos. Existen frentes de diferentes escalas, los geostróficos, generados principalmente por el gradiente horizontal de temperatura, son mayores que aquellos producidos por descarga de agua dulce. Las fronteras entre la corriente de Lazo y los giros ciclónicos son zonas frontales y de tipo geostrófico, y se pueden presentar por tres mecanismos de interacción. El primero corresponde a una zona de divergencia en la que el agua de la capa inferior emerge. El segundo a una zona de convergencia producto de la interacción de la circulación ciclónica en dirección a la corriente de Lazo, cuando las densidades no son muy diferentes. El tercer mecanismo es similar al segundo, la única diferencia es que en este caso la densidad del agua de la corriente de Lazo es marcadamente más baja que las del ciclón, por lo que serán empujadas hacia arriba generando la zona frontal.
Los giros ciclónicos y anticiclónicos juegan un papel importante en la generación de frentes (figura 2). En la vecindad del gran giro anticiclónico enfrente de las costas de Tamaulipas, se tienen dos giros ciclónicos, uno en la costa de Texas-Louisiana y el otro en la Bahía de Campeche. Por ello es factible que se generen frentes geostróficos.
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figura 2 |
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La zona frontal próxima a la Corriente de Lazo es muy importante desde el punto de vista de las comunidades. No obstante que el atún azul se encuentra ampliamente distribuido en el Atlántico oeste, desde el Labrador hasta la costa Brasileña, la única área de desove descrita se ubica dentro de los confines del Golfo de México. El atún azul se captura en la vecindad de los frentes superficiales asociados con la corriente de Lazo en la capa de la termoclina. Este frente representa una zona en la cual existe un fuerte mecanismo de concentración conectado con uno de enriquecimiento. La fricción entre la Corriente de Lazo y el agua de la periferia tiende a producir una circulación ciclónica, lo que provoca intensos afloramientos en los vórtices del frente actuando como una fuente de nutrimentos que se distribuyen a lo largo de la corriente de Lazo, llevando continuamente nutrimentos de las aguas de la termoclina hacia la capa iluminada.
En las regiones próximas a las desembocaduras de los ríos, las condiciones son favorables para el desarrollo de la estructura frontal. Estos frentes costeros, generados principalmente por la descarga de agua dulce, dependen de las condiciones meteorológicas y climáticas. El Golfo de México es influenciado tanto por frentes atmosféricos o “nortes” como por tormentas tropicales. En los meses de octubre a abril ocurren los frentes, que consisten en el intercambio de masas de aire frío y seco que viene del continente con las masas de aire marítimo tropical propias del golfo. Durante el verano se presentan tormentas tropicales que se forman generalmente fuera del golfo, y el centro de éstas se traslada hacia la costa de Texas o de Florida. En estos casos la interacción océano-atmósfera produce importantes flujos de vapor de agua que al condensarse se transforman en lluvia; parte de ésta, al caer sobre el continente, regresa al mar siguiendo el cauce de los ríos. En su recorrido transporta material en suspensión, que sirve como alimento o ayuda a establecer las condiciones óptimas para el crecimiento de organismos estuarino-dependientes que requieren bajas salinidades en una etapa de su crecimiento.
El mayor aporte de agua dulce hacia el golfo se debe al río Misisipi, seguido por el sistema Grijalva-Usumacinta. El primero es la principal fuente de nutrimentos en la margen continental, mientras que en el sur del golfo existe una fuente importante de nutrimentos de tipo alóctona debido no sólo a la descarga del Grijalva-Usumacinta, sino también a la contribución del San Pedro y San Pablo y el río Coatzacoalcos. Estos ríos llevan grandes cantidades de materia orgánica que, conjuntamente con la luz solar, juegan un papel muy importante en la productividad primaria y, en general, en la cadena alimentaria. En esta región, durante el verano y principios de otoño, cuando se presentan las mayores precipitaciones, el frente es muy intenso. En invierno, con vientos del norte, ocurren lluvias esporádicas y, no obstante los intensos vientos que pudieran inhibir al frente, éste persiste adquiriendo el carácter de semipermanente.
La cantidad de nutrimentos en los ríos es de varios órdenes de magnitud mayor que la existente en la zona costera. Cuando el agua de los ríos llega a la costa se produce una pluma de agua menos salina y menos densa, que tiende a moverse por encima del agua marina, formando una zona de convergencia, donde frecuentemente se generan zonas con fuertes cambios horizontales no sólo en salinidad sino también en nutrimentos. La productividad primaria es mayor en las capas superiores en donde es baja la salinidad de la pluma. La zona frontal es una región de convergencia entre dos aguas diferentes, donde existe una gran cantidad de detritos que la hace muy atractiva para los organismos. En teoría, la entrada de agua más ligera debe inducir una circulación superficial anticiclónica en la periferia, evitando que se desintegre la pluma y reteniendo las larvas y otros organismos.
El frente halino no siempre se localiza en la desembocadura de los ríos, pues se ha observado en varios puntos, indicando que la corriente costera influye en su posición. Incluso el giro ciclónico de la bahía de Campeche, en ciertas ocasiones, modula la posición de este frente y la distribución de los organismos zooplanctónicos.
Diversidad biológica
Resultado de ésta dinámica, el Golfo de México contiene una rica variedad de complejos ecosistemas con una gran abundancia de especies de animales y plantas. En sus aguas desembocan casi dos terceras partes del caudal de los ríos del país, un flujo que genera gran diversidad ambiental, inmensos humedales costeros, así como abundante materia orgánica.
En la región costera noreste del Golfo, área importante de reproducción de crustáceos, peces, tiburones y moluscos, destacan los fondos blandos, cuya extensión la hace zona de reciclaje de materia orgánica. Allí anidan algunas tortugas marinas y representa un área de migración de peces de interés comercial. En esta región se han reportado 144 especies de aves, 318 de peces y una gran riqueza de crustáceos y poliquetos, y aunque faltan estudios sobre endemismos en el área, existen varias especies de peces y de crustáceos peracáridos endémicos. Por otra parte, las lagunas Madre y de Términos se caracterizan por una alta y conspicua actividad biológica, determinada por una combinación entre la topografía y ciertos procesos físicos, lo que favorece la acumulación y mantenimiento de una gran biomasa en un área geográfica limitada.
En la plataforma de Yucatán se localizan importantes sistemas de humedales, manglares, dunas costeras, pastos marinos y arrecifes. Posee áreas de reproducción de especies como la Laguna de Términos, Celestún, Lagartos e Yalahau. También es zona de migración y reproducción de carito, sierra, atún, mero, pargo, langosta y pulpo. En la isla Aguada y las Coloradas, así como en los retenes y manglares enanos de la zona noroeste y norte de Yucatán, anidan aves y tortugas marinas. Se han reportado aves residentes y migratorias —patos, garzas y gaviotas—, cocodrilos, manatís y delfines, así como una gran variedad de plantas e invertebrados. En esta zona posiblemente se halle un centro de actividad biológica en el Banco de Campeche.
En la zona oceánica del Golfo de México, pueden encontrarse comunidades de peces, fitoplancton, mamíferos marinos, quelonios, zooplancton, aves residentes y migratorias, y vegetación asociada a islas, cayos y atolones. Ésta es una importante zona de reproducción de atún aleta azul y aleta amarilla, barrilete, pez picudo y tiburón. Entre las especies endémicas de la zona hay equinodermos, moluscos, poliquetos, crustáceos, invertebrados, peces pelágicos migratorios, tortugas marinas, mamíferos marinos, peces picudos, dorado y demersopelágicos —mictófidos, peces linterna.
Algunos de sus ambientes costeros, como estuarios, marismas, manglares y pastos marinos, se caracterizan por una alta productividad biológica más que por una alta diversidad de especies; son importantes para otros ecosistemas marinos, como arrecifes coralinos, así como para el desarrollo humano por las pesquerías y los servicios que proveen.
Principales pesquerías
Las pesquerías de aguas profundas y litorales del Golfo de México representan 40% de la producción pesquera nacional. Se ha reportado un promedio de aproximadamente 235 000 toneladas al año, producción atribuida a cerca de 300 especies, de las cuales 75% vive en la zona costera en alguna etapa de su ciclo de vida.
Destaca la pesquería de camarón, el recurso pesquero más importante del país, contribuye con aproximadamente 30% de la producción nacional. Frente a las costas de Tamaulipas, norte de Veracruz, la Sonda de Campeche y Convoy se encuentran sus principales regiones camaroneras. Al norte y este de la Península de Yucatán se encuentran tres especies de langosta: Panulirus argus, P. guttatus y P. laevicauda, una de las cuales es muy abundante y soporta una importante pesquería.
Las pesquerías de moluscos bivalvos del Golfo de México constituyen aproximadamente 3% del volumen de la producción pesquera nacional. Sobresalen, en orden decreciente el ostión, pulpo, caracol y otros recursos de menor importancia como almeja, calamar y callo de hacha. En la plataforma continental de Yucatán se lleva a cabo la pesquería de pulpo y se basa en la explotación de dos especies: Octopus maya y O. vulgaris.
La explotación de mero en la Sonda de Campeche constituye la pesquería de peces de mayor importancia en el Golfo de México. En la última década se ha reportado un rendimiento promedio de 16 000 toneladas/año. El mero es un pescado fino y tiene un alto valor comercial, y su explotación se lleva a cabo durante todo el año. Mientras que hay peces, como la sierra y el peto, que pasan el invierno en la costa de la Península de Yucatán, en primavera migran hacia el norte y regresan a finales de otoño. El desove, asociado a diferentes factores ambientales, se realiza durante una prolongada temporada. La máxima abundancia de la sierra se presenta en la costa veracruzana, entre marzo y abril, y del peto en Tamaulipas durante junio y agosto, en Veracruz en mayo, agosto y septiembre, en Tabasco en mayo y octubre, en Campeche de febrero a abril y noviembre, y en Yucatán y Quintana Roo de noviembre a enero. Su pesca se está alejando de las zonas tradicionales debido a actividades humanas como el cambio de uso de suelo en las zonas costeras y la transformación física de los ríos y lagunas costeras por construcción de presas, entre otras. Las mojarras, conformadas por especies marinas, estuarinas y de agua dulce, que pertenecen a tres familias (Gerreidae, Sparidae y Cichlidae), suman un total de 35 especies, y su explotación se ubica en el sureste del Golfo.
El tiburón, con la captura de 15 especies, representa apenas 3.5% de la captura total en el Golfo de México. En Yucatán, el tiburón se pesca de manera incidental en las pesquerías de mero y pulpo, sobre todo individuos juveniles de tiburón sedoso. Aparentemente la Sonda de Campeche es una zona de apareamiento para tres especies de tiburón. Sin embargo, el conocimiento científico sobre la ecología del tiburón es muy limitado debido a su poca importancia como recurso pesquero, ya que se ve opacado por especies económicamente más atractivas, sea por su alto valor comercial o por su gran abundancia.
El Golfo amenazado
El Golfo de México es un notable ejemplo de las interacciones de distintos procesos que afectan la vida en la Tierra. Algunos de sus ecosistemas se encuentran entre los más productivos del planeta, sus zonas marinas profundas albergan gigantescos depósitos de hidrocarburos y gas natural y es uno de los centros generadores de huracanes y ciclones tropicales. Todo esto lo hace altamente vulnerable y sensible a las perturbaciones ocasionadas por las actividades humanas. Sus zonas costeras, sobre todo en áreas donde se encuentran diferentes ambientes, como los arrecifes de coral, manglares, humedales, estuarios y pastos marinos, sufren la alteración o pérdida de hábitats.
En la mayoría de sus cuencas hidrológicas se han combinado los contaminantes de la industria petrolera y petroquímica con los que se generan en la actividad agropecuaria, forestal y agroindustrial, sobre todo de ingenios azucareros, beneficios de café y producción de agroquímicos, desechos urbanos y de la industria en general, lo que ha creado en algunas zonas de Campeche, Tabasco y Veracruz una situación de verdadera emergencia ambiental.
Por otra parte, como consecuencia de la sobrepesca se han observado cambios en la composición de especies, mientras el volumen de las de importancia comercial disminuye el de las no comerciales aumenta. Esto tiene efectos dramáticos sobre otras especies, como las de aves y mamíferos marinos, que dependen estrechamente de diversas poblaciones de peces.
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María Adela Monreal Gómez,
David Alberto Salas de León
Adolfo Gracia Gasca
Instituto de Ciencias del Mar y Limnología,Universidad Nacional Autónoma de México.
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como citar este artículo → Monreal Gómez, María Adela, Salas de León David Alberto y Gracia Gasca Adolfo. (2004). Golfo de México, circulación y productividad. Ciencias 76, octubre-diciembre, 24-33. [En línea] |
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La biodiversidad de las lagunas costeras |
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Francisco Contreras E. y Ofelia Castañeda L.
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Entre 50 y 80% de la biodiversidad del planeta se localiza en no más de 12 países tropicales. Seis de éstos han emergido como los mayores poseedores de esta megadiversidad biológica: Brasil, Colombia, México, Zaire, Madagascar e Indonesia. Coincidentemente estas regiones constituyen los centros de origen de la mayoría de la diversidad genética y agrícola que ha alimentado y sostenido por miles de años a la especie humana. Asimismo, cuentan con una riqueza cultural que proporciona numerosos ejemplos de mecanismos sociales autorregulatorios que aseguraron por mucho tiempo la sustentabilidad en el uso de los recursos. Estos pueblos han formado parte integral de la biosfera por milenios. Sus culturas, concebidas como sistemas de valores ambientales, han orientado su comportamiento individual y colectivo hacia el uso sostenible de su biodiversidad, la vigilancia de los factores externos que la amenazan, formas de organización para la defensa de sus derechos ambientales y la gestión comunitaria de sus recursos biológicos. La batalla por la conservación de su hábitat natural es, para ellos, una cuestión de supervivencia. La pérdida de sus ecosistemas significa, ineluctablemente, la desaparición de su cultura ecológica. Cuando se destruye uno invariablemente se condena a la destrucción a la otra.
La biodiversidad es una propiedad de los sistemas vivos que los hace diferentes, únicos. Es una característica de la naturaleza y no un recurso. En términos ecológicos, la biodiversidad es un sistema altamente complejo y no lineal, producto de una compleja dinámica de los sistemas vivos y de la interacción de éstos con sus soportes físicos y químicos a lo largo del tiempo y en distintos contextos geográficos, históricos y culturales. En esta perspectiva, el valor de la biodiversidad se encuentra estrecha e indisolublemente ligado a los servicios ecológicos proporcionados por la interacción de los organismos, las poblaciones y las comunidades que integran el ambiente, ya que refleja la sensibilidad de estos servicios con respecto al agotamiento y la desaparición de las especies. La propiedad de los ecosistemas para responder al estrés provocado por la depredación o perturbación proveniente de fuentes externas —incluidas las actividades humanas—, la resiliencia, determina en última instancia el valor de la biodiversidad; por ello, la única garantía de la sustentabilidad ecológica de los ecosistemas reside en el mecanismo vital que asegura su resiliencia esencial.
En resumen, se entiende por diversidad biológica la agrupación de numerosas especies diferentes, con cierto grado de dominancia entre ellas, en un sitio particular. Las causas que originan la diversidad biológica son un fenómeno sumamente complejo que se ha abordado desde variadas perspectivas por numerosos científicos. En términos generales, se reconoce que la estabilidad de los factores ambientales tiene especial importancia en los procesos selectivos y el establecimiento de una elevada diversidad. Por lo anterior, una baja diversidad se relaciona con ecosistemas inestables, ya sea por sus propias características o resultado de perturbaciones externas. En los ecosistemas que se caracterizan por su inestabilidad, como es el caso de los estuarinos, se presentan fenómenos que limitan el proceso de la diversidad, esto es, que tienden a favorecer la presencia de pocas especies pero abundantes, que se han adaptado exitosamente a las condiciones cambiantes.
Generalmente una mayor dominancia involucra especies con poblaciones muy numerosas, de crecimiento rápido, alta reproductividad, ciclo de vida corto, bajo almacenamiento de tejido corporal por individuo y sumamente resistentes a las fluctuaciones de las características ambientales —estrategia r.
Bajo esta óptica, los ecosistemas costeros se caracterizan por poseer un ambiente en continuo cambio, derivado de los efectos hidrológicos que resultan del encuentro de dos masas de agua de diferente origen y propiedades fisico-químicas, lo que en principio limita la diversidad. Sin embargo, también trae como consecuencia la presencia espacio-temporal de diversos hábitats que permiten el establecimiento de organismos, poblaciones e incluso comunidades con diferentes requerimientos. Desde un enfoque espacial, el hecho de que existan áreas de influencia dulceacuícola permanente propicia la colonización de organismos de origen acuático continental; por el otro lado, la persistencia del efecto mareal provee especies de estirpe marina. Además, hay que destacar la presencia casi permanente de extensas áreas en donde las condiciones salobres de 10 a 25 partes por millón —masas de agua con concentración de sales intermedia entre agua dulce y marina—, generan un entorno hidrológico idóneo para el desarrollo de organismos típicamente estuarinos y eficientemente adaptados a éste.
Las lagunas costeras mexicanas
La República Mexicana está rodeada por una línea litoral de 11 600 kilómetros, en la que existen 1 567 000 hectáreas cubiertas por superficies estuáricas (figura 1). El Pacífico posee 892 800 y el Golfo de México 674 500. Las aguas estuáricas se definen como aquellas superficies acuáticas donde se lleva a cabo una mezcla de agua proveniente del continente y oceánica por medio del fenómeno mareal; de hecho, estuario proviene de la palabra aeustus que significa marea.
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Entre los ecosistemas costeros del país sobresalen, por diversas causas, las lagunas costeras. En 1977, Lankford las definió como un cuerpo acuático semicerrado y situado por debajo del nivel máximo de las mareas más altas, separado del mar por algún tipo de barrera y con el eje mayor paralelo a la línea de costa. Además, la comunicación con el mar puede ser permanente o efímera y son el resultado del encuentro de dos masas de agua de diferentes características, lo que causa peculiares fenómenos en su comportamiento físico, químico y biológico, con las consecuentes pautas ecológicas.
La mezcla de dos masas de agua, una marina y otra continental, se conoce como estuarinidad, y un estuario como una área semicerrada donde el agua de mar que penetra se encuentra diluida con el agua proveniente de los ríos. Aunque controvertible, esta definición proporciona una idea del fenómeno. Las lagunas costeras exhiben esta peculiaridad, por lo que tienen características estuarinas. La diferencia topográfica medular entre ambos cuerpos de agua es que el estuario se dispone en línea perpendicular a la costa —valle de río inundado— y en la laguna costera el eje principal es paralelo a ésta.
Estas masas acuíferas conforman ecosistemas con una elevada productividad potencial, donde la energía disponible es mayor comparada con la de otros sistemas acuáticos, por recibir un considerable subsidio energético aunado a los procesos ecológicos fundamentales en estos sistemas. La energía sigue varios caminos, que se manifiesta principalmente en: 1) la presencia de una biota local abundante; 2) una notable exportación de materiales biogénicos hacia la zona costera adyacente debido al intercambio mareal; y 3) una retención significativa de nutrimentos y materia orgánica en los sedimentos.
Las lagunas costeras son áreas utilizadas comúnmente para la protección, alimentación y reproducción de muchos organismos marinos, por lo que gran número de pesquerías litorales, como la mayoría de las especies de camarón, dependen de la conservación de estos ecosistemas. Normalmente son sistemas ecológicos en donde existe una sobretasa de energía, lo que las convierten en recursos potenciales que permitirían efectuar una acuicultura bien planificada. Por otra parte, sus características hidrológicas y ecológicas hacen de ellas áreas con hábitats ricos que manifiestan variaciones estacionales significativas. Esto reviste una gran importancia desde la perspectiva de la investigación científica y de la conservación de la biodiversidad. Por pequeñas que sean, mantienen una vida particular en su interior y generalmente, son sitios donde la biodiversidad asociada es un atributo muy importante.
En la clasificación general de cuerpos acuáticos, las lagunas costeras están catalogadas como los ecosistemas que poseen las más elevadas tasas de productividad conocidas, tanto primaria como secundaria. El promedio de la producción natural de peces en las lagunas es de alrededor de 100 kilogramos por hectárea al año, lo que representa una producción por unidad de área dos veces superior a la observada en el mar litoral y en la mayoría de los lagos continentales. De hecho, se ha demostrado que muchos organismos se desarrollan mejor allí que en los estuarios o en aguas litorales. Lo anterior puede estar relacionado con las elevadas cantidades de nutrimentos y la productividad primaria en las lagunas, en comparación con el océano adyacente.
El clima y las condiciones meteorológicas derivadas aportan un elemento más de variación en el ambiente de los ecosistemas costeros y en su biodiversidad. En México, gran parte de las costas de ambas vertientes, y de las penínsulas de Baja California y de Yucatán, presentan climas que van de cálidos a muy cálidos, con temperaturas medias anuales mayores a 18 ºC. Mientras que en pequeñas franjas situadas en la costa del norte de Sonora, la noroccidental de Baja California, entre Tijuana y el río Rosario, y la parte más meridional de Tamaulipas, entre las desembocaduras de los ríos Bravo y San Fernando, las temperaturas medias anuales oscilan entre 18 y 22 ºC y 12 y 18 ºC —climas semicálidos y templados, respectivamente.
Por una menor variación de temperatura, las aguas costeras del Golfo de México y mar Caribe son más estables y cálidas que las del Pacífico. Las principales diferencias entre ambas vertientes se manifiestan durante el invierno, cuando en el litoral oriental se registran temperaturas de entre 20 y 26 ºC, dominando el intervalo de 22 y 26 ºC, y una dirección de incremento norte-sureste. En cambio, en el Pacífico el intervalo es más amplio, entre 14 y 30 ºC, las temperaturas elevadas son más comunes hacia la costa sur y las más bajas hacia la norte. La zona de transición entre ambos grupos de temperaturas se ubica aproximadamente a la altura de Cabo Corrientes. En dos pequeñas áreas: la costa norte de Oaxaca y la zona centro-sur del estado de Chiapas, se registran los valores más elevados de temperatura, entre 28 y 30 ºC.
En casi todo el litoral, el efecto de la temperatura continental es relativamente homogéneo, tanto espacial como temporalmente, mientras que la temperatura superficial marítima ejerce gran influencia sobre las variaciones registradas en las aguas lagunares, las estuáricas y, en general, en toda la zona costera. Otros factores locales, como la poca profundidad y la elevada insolación y las consecuentes altas tasas de evaporación, tienden a magnificar o atenuar el efecto de la temperatura de las corrientes marítimas superficiales costeras, al mismo tiempo que influyen en los grupos de organismos.
Por otra parte, los cambios climáticos determinan la alternancia de periodos lluviosos y de secas, los cuales modifican sensiblemente el comportamiento de diferentes factores físicos, químicos y biológicos. Contrariamente a lo que sucede en las áreas continentales y donde la variación de la temperatura es factor determinante de la estacionalidad, en las costas mexicanas es la presencia o ausencia de precipitación lo que marca las principales diferencias entre las estaciones del año.
Paralelamente, las diferencias existentes entre las vertientes del Pacífico y del Golfo de México en la geomorfología, origen, tipo y distribución de los sedimentos y procesos de deposición dominantes, también inciden sobre las agrupaciones de especies. En síntesis, la diversidad en los grupos de organismos de los ecosistemas costeros se establece en función del tipo de agua —oceánica, estuarina o dulceacuícola— tanto en el espacio como en el tiempo, y por la marcada variación espacio-temporal de la salinidad (ver recuadro en esta página), la cual está estrechamente asociada a la fluctuación climática regional de lluvias y estiaje.
Todo esto hace de las lagunas costeras de nuestro país sitios muy importantes desde la perspectiva de la biodiversidad. Por ejemplo, la cantidad de especies de peces por laguna varía en promedio entre 50 y 100, la de moluscos entre 50 y 90 y la de crustáceos entre 40 y 70. La riqueza ictiofaunística de los sistemas estuarino-lagunares de México, alrededor de 400 especies, es una de las más altas registradas para zonas tropicales del mundo. Esta cifra podría llegar a 500 especies, dado el mayor interés y el creciente número de investigaciones desarrolladas en los últimos diez años sobre la ictiofauna de zonas lagunares del país. Paradójicamente, según los especialistas, sólo se consume menos de cinco por ciento de las más de 400 especies de peces que existen en las lagunas costeras.
Se estima que en las aguas marinas mexicanas habitan más de 800 especies de peces, de las cuales se han catalogado 349 que penetran a las aguas continentales. En las costas se presentan diez especies de fanerógamas marinas, seis en el Golfo de México y cuatro en el Pacífico norte, mientras que en las costas del Pacífico tropical su ausencia es notable.
En varios estados de la costa mexicana habitan y se reproducen siete de las ocho especies de tortugas que hay en el mundo, y para cinco de ellas se cuenta con las principales poblaciones del planeta: la golfina (Lepidochelys olivacea), la lora (Lepidochelys kempii), endémica del Golfo de México, la carey (Eretmochelys imbricata) y la negra (Chelonia agassizi). Las otras especies presentes en México son la laud (Dermochelys coriacea), la caguama (Caretta caretta) y la blanca (Chelonia mydas). Las de agua dulce, que están protegidas, son la crucilla, la tres lomos o guao guao (Staurotypus salvini y S. triporcatus), la jicotea, tortuga pinta, de río o pecho de carey (Pseudemys scripta omata), la tortuga blanca (Triony ater) o aplanada (Dermatemys mawei), y la de Cuatro Ciénegas (Terrapene coahuila), exclusiva de agua dulce.
Por otra parte, casi todas las lagunas están estrechamente ligadas con bosques de manglar, los cuales constituyen hábitats particularmente ricos para las aves —los manglares son áreas fundamentales en la migración de aves provenientes de Canadá y Estados Unidos—, reptiles y mamíferos. Los más importantes manglares de México, por su productividad y estado de desarrollo, se encuentran íntimamente ligados a tres áreas lagunares: Términos en Campeche, Marismas Nacionales en Nayarit y Chantuto-Panzacola en Chiapas.
En México se reconocen poco más de mil especies de aves, que representan 86 familias; cerca de 750 son residentes, de las cuales más de 80 son endémicas y otras 400 no van más allá de la frontera norte, y alrededor de 200 son migratorias. Las aves acuáticas representan 22% del total y muchos de los ecosistemas costeros que constituyen sus hábitats, en la Península de Baja California —incluidas sus islas—, los estados de Nayarit, Veracruz, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo, están clasificados como sitios de importancia internacional. El impulso de las organizaciones no gubernamentales protectoras de aves ha propiciado una amplia corriente mundial para la conservación de los humedales, término con el que se designa a todas las tierras húmedas —costeras o epicontinentales—, que conforman los hábitats más frecuentes de anidación, descanso, alimentación y cría de aves, tanto residentes como migratorias. Éste ha sido un buen motivo para llamar la atención sobre las lagunas costeras que, por cierto, son los humedales por excelencia.
Su importancia pesquera
En las sociedades desarrolladas, los acercamientos tradicionales para el manejo de las pesquerías han ignorado la importancia de los hábitats, particularmente de los ecosistemas costeros, para el mantenimiento de poblaciones de peces y mariscos, En esta temática se han introducido nuevos conceptos; el principal es conocer y proteger la relación entre la productividad de las pesquerías y la permanencia de hábitats sanos. Si se impone este concepto, el ciclo de vida de los peces se verá como el hilo conductor y unificador de cuencas enteras, y ofrecerá una visión holística del problema de la conservación de los ecosistemas costeros. La dependencia entre las pesquerías litorales y los hábitats costeros es muy importante, por ejemplo, en Florida se calcula esta relación en 90%; en el sureste asiático por cada hectárea de manglar destruida, se estima una pérdida anual de 767 kilogramos de camarón y peces de importancia comercial. En la Bahía Tarut de Arabia Saudita, el valor económico de la pesca asociada a los pastos marinos llega a ser del orden de 8 millones de dólares; mientras que en Matang, Malasia, las ganancias de la pesca de camarón y almeja en zonas de manglar se calcula en alrededor de 30 millones de dólares.
Para México, el promedio anual de pesca total —calculado con base en datos de 1988 hasta 1999— es de 1 300 000 toneladas en términos de volumen. De ésta, 845 942 toneladas son para consumo humano, 68.9% considerada como de alta mar, que abarca especies altamente migratorias como los túnidos y pelágicos menores como sardina, anchoveta y macarela, que juntos representan 530 589 toneladas, 58.16% del total; también se incluyen otras especies pelágicas como el calamar, tiburones y similares. A pesar de que en términos de volumen el porcentaje que tiene este tipo de pesquería es mayoritario, en términos económicos apenas alcanza 24.1% del total nacional. De hecho, el último lugar en importancia económica lo ocupa la sardina que tiene el primero en volumen.
El resto de las capturas totales del país pertenece a la pesca de características ribereñas —practicada muy cerca del litoral o en ecosistemas costeros, como lagunas, bahías y estuarios—, y aunque sólo significa 31.03% del volumen total nacional, 262 485 toneladas,su valor económico representa 75.9% del total, por lo que esta actividad adquiere una importancia extrema desde el punto de vista socio-económico. Lo anterior se debe a que esta pesca se caracteriza por capturar organismos acuáticos como el abulón, la langosta y el camarón, de un elevado valor en el mercado tanto nacional como de exportación, el cual equivale a 46.4% del ingreso total nacional. Es así como las especies que ocupan los seis primeros lugares a nivel nacional en valor económico —abulón, langosta, camarón, langostino, erizo y robalo—, se capturan en sistemas costeros como bahías o lagunas costeras.
Las amenazas
La zona costera del mundo, a pesar del papel preponderante que tiene en el ciclo de materiales y energía, está siendo severamente alterada. Diferentes organismos internacionales han puesto especial énfasis en la colaboración regional para solucionar los problemas más apremiantes que amenazan con la modificación irreversible de estas áreas y las consecuentes alteraciones del medio natural, lo que traerá cambios considerables tanto en el contexto socioeconómico como en los balances naturales de energía. Por otro lado, el desconocimiento de las características básicas que hacen a los ecosistemas tropicales esenciales por el volumen de carbono fijado en sus peculiares procesos ecológicos, se refleja en la inadecuada ubicación de su importancia.
Todas las clasificaciones que existen de los ecosistemas costeros, desde la geología, la energética, la de sensibilidad o la ecológica, coinciden en lo excepcionalmente productivas que resultan, en cuanto a su capacidad de generar biomasa primaria, mantener áreas críticas para poblaciones de organismos litorales y transformar materia orgánica; pero sobre todo, por su elevada productividad potencial. Estas características que los hacen especialmente ricos, también los convierten en particularmente susceptibles a impactos ambientales generados por actividades humanas. El principal factor que explica esto es el relativo aislamiento que mantienen del mar adyacente, porque el impacto ambiental aumenta en la medida que disminuye la circulación y renovación de las aguas interiores. Así, las marismas y lagunas costeras se clasifican, junto con los arrecifes coralinos, como los ecosistemas acuáticos más sensibles a las modificaciones de su entorno.
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Tipos de ecosistemas costeros con base en la salinidad | ||
Oligohalinos. Dominados por los escurrimientos dulceacuícolas, como pantanos, ciénegas y ciertos tipos de marismas y esteros, y localizados principalmente en zonas asociadas a caudales importantes, por lo que la mayoría se ubican en la parte sur de México. Las áreas más conocidas son los pantanos de Centla, en Tabasco, El Huayate y la Cantileña, en Chiapas, y las zonas de la laguna de Alvarado asociadas con el río Papaloapan, en Veracruz.
Estuarinos. Resultado de la mezcla de los dos tipos de agua, de los ríos y del mar, cuyo ejemplo son las lagunas costeras. Se encuentran en gran parte del litoral nacional, y sobresalen por sus dimensiones y productividad las lagunas de Escuinapa y Yávaros, en Sonora, Huizache-Caimanero, en Sinaloa, Agua Brava-Teacapán, en Nayarit, Superior e Inferior, en Oaxaca, Mar Muerto, en el límite entre Oaxaca y Chiapas, Madre, en Tamaulipas, Tamiahua, Mandinga, Alvarado y Sontecomapán, en Veracruz, Carmen-Machona y Mecoacán en Tabasco, Términos en Campeche y Celestún en Yucatán.
Eurihalinos. Dominados principalmente por la influencia marina, como las bahías, ensenadas y roquetas. Su mayor incidencia es en áreas con escasos o nulos escurrimientos de agua dulce y climas áridos, como en las penínsulas de Baja California y Yucatán, en Sonora y parte de Oaxaca. Destacan por su extensión las bahías de Todos Santos y San Quintín, en Baja California, Vizcaíno, San Ignacio, Magdalena-Almejas, La Paz y Concepción, en Baja California Sur, Adair, Guaymas y Lobos, en Sonora, Mazatlán, en Sinaloa, Manzanillo, en Colima, Acapulco, en Guerrero, Huatulco, en Oaxaca, y Sian Ka’an, Espíritu Santo y Chetumal, en Quintana Roo. En esta categoría podrían considerarse las lagunas arrecifales, asociadas con arrecifes coralinos, ya sea las interiores de atolones o las dispuestas en las barreras de coral.
Hiperhalinos. Considerados como marismas con comunidades de plantas halófitas donde domina Batis maritima en asociación con Suaeda nigra, Spartina alterniflora, Spartina patens, Juncus gerardi, J. roemerianus, Puccinelia maritima y Distichlis spicata. Estos ecosistemas son escasos en el país y se presentan en climas áridos y secos, principalmente en la parte norte y central del Pacífico, en los estados de Colima, Sinaloa y Sonora.
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Ejemplos de biodiversidad lagunar | ||
La Reserva de la Biósfera El Vizcaíno tiene una de las más altas riquezas faunísticas del país con 308 especies de vertebrados terrestres y marinos, excluyendo peces: 4 anfibios, 43 reptiles, 192 aves y 69 mamíferos; además, tiene uno de los más altos endemismos de México.
El sistema lagunar de Agiabampo en Sonora cubre una superficie total de 18 633 ha, pero está conformado por 30 pequeños cuerpos acuáticos intercomunicados, lo que provoca que la fauna de moluscos conste de 265 especies y 70 de aves.
En el sistema estuarino-lagunar Tuxpan-Tampamachoco, el más pequeño del estado de Veracruz —1 500 ha—, se han reportado 167 especies de peces. De ellas, 84 fueron colectadas en áreas marginales con vegetación sumergida en el interior de la laguna, durante un sólo ciclo de muestreo.
En la región de Coatzacoalcos, Veracruz, están representados 18 de los 22 órdenes de aves existentes en México, así como casi 50% de las familias; puede observarse alguna vez en la región cerca de 20% de las aves registradas para el país. Si añadimos las 98 especies que reportan otros estudios, entonces más de 30% de las especies de la avifauna nacional se halla en esta localidad, al menos hasta hace dos décadas.
Los pantanos de Centla, en Tabasco, albergan más de 365 especies de organismos. Sobresalen 191 de aves, 57 de peces, 18 de anfibios, 49 de reptiles y 56 de mamíferos, así como más de 400 especies de plantas vasculares.
En la laguna de Términos se han identificado un total de 176 especies de moluscos; 83 de crustáceos decápodos; 122 de peces; 22 de copépodos y 138 de aves; y en sólo una pequeña área cubierta por pastos marinos (Thalassia testudinum), dentro de la macrofauna bentónica asociada fueron identificadas 123 especies de poliquetos, 57 de moluscos y 68 de crustáceos.
En Yucatán, en Ría Lagartos se ha registrado un total de 72 especies de aves con hábitos migratorios y 141 residentes; mientras que en la laguna de Celestún el total es de 304, destacando el flamenco común (Phoenicopterus ruber ruber) cuya población va de 5 000 a 10 000 ejemplares. En la última laguna se registra una fauna de vertebrados sobresaliente, la cual incluye los reptiles Crocodylus moreletII, Boa constrictor, Careta careta, Eretmochelis imbricata, las tortugas dulceacuícolas Pseudemys scripta, Chrysemys picta belli y Kynosternon subrubrun. Además, habitan felinos como el tigrillo (Felis wedII), el jaguar (Panthera onca), el ocelote (Felis pardalis), el venado cola blanca (Odocoileus virginianus), el pecarí de collar (Dicotiles tajacu) y el mono araña (Ateles geoffroyII).
En la Reserva de la Biósfera de Sian Ka‘an se han cuantificado 337 especies de aves, 46 de algas marinas, 55 de poliquetos y 45 de peces.
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Francisco Contreras E.
Ofelia Castañeda L.
Área de Ecosistemas Costeros,Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa
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como citar este artículo → Contreras E., Francisco y Castañeda L., Ofelia. (2004). La biodiversidad de las lagunas costeras. Ciencias 76, octubre-diciembre, 46-56. [En línea] |
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