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Pizarrones públicos

 

Susana Biro
   
   
     
                     
                     
Una de las cosas que recuerdo mejor de cuando era
estudiante en el Instituto de As­tro­nomía de la unam son los pizarrones. Cada investigador tenía uno en su oficina y todos eran fascinantes. El que más me gustaba era el de mi asesor; casi podría decir que por eso decidí trabajar con él. Era lim­pio, ordenado y claro, como una radiografía de su manera de pensar. La mayoría, debo ad­mitir, eran interesantes pero no especialmente estéticos. Es­taban llenos de diagramas, ecuaciones, tablas y anotaciones en cualquier orden, enci­ma­das y con tachones. Pero el más impresionante de todos siem­pre estaba absolutamente limpio, sin la más mínima mar­ca de gis. Cuando pregunté por qué ese investigador siem­pre tenía borrado su pizarrón, me dijeron que temía que otros le robaran sus ideas. Aun en­ton­ces, sin conocer mucho del mundo de la investigación cien­tífica, me parecía un despropósito dedicarse a averiguar algo nuevo sobre el mun­do pe­ro luego no querer compartirlo con los demás.

Ahora, con la red, compartir es mucho más fácil y la cien­cia ha ido usando las facilidades que ofrece conforme van apareciendo. Como todos saben, las páginas web sirven co­mo excelentes tarjetas de presentación para los diversos grupos de investigación. Además, su velocidad y flexibi­lidad ha empezado a cambiar las formas de publicar los resultados nuevos. En vez de es­perar el tardado proceso del dictamen de a lo sumo un par de árbitros, seguido de la pu­bli­cación en papel, ahora suben sus artículos a páginas como archiv.org, donde aparecen de inmediato y se discuten entre grupos más amplios. Pero sin duda lo más nuevo, y todavía controvertido, de la introducción de estos nuevos medios en la ciencia está relacionado con lo que se ha dado en llamar web 2.0. En realidad, no se trata de nuevas tecnologías ni programas, sino de la unión de varias aplicaciones que ya existían como son los wikis (que permiten autoría colectiva), blogs (bitácoras visibles por todos) y redes sociales (como Facebook). Una gran introducción a este con­cep­to unificador y acelerador se puede encontrar en YouTube en el breve video The Machine is Us/ing Us del antropólogo Michael Wesch.

Mientras que otras partes de esta nueva tecnología han sido recibidas de la manera más entusiasta por la comunidad, la capacidad de mostrarlo todo a todos genera intranquilidad entre algunos científicos. Seguramente ninguno de ellos diría que es malo compartir, pero con el uso de la red siempre queda la duda de cuánto hay que decir y quién podría leerlo. Además, en todos lados los puestos de trabajo y las promociones dependen de reconocimiento ofi­cial y, hasta hoy, lo que aparece en internet no tiene valor curricular.
 
Mientras se debaten todas las ventajas y desventajas de esta novedosa combinación, ya empiezan a aparecer sitios de ciencia 2.0 o ciencia abierta, donde se aprovechan las capacidades que ofrece la web 2.0 para compartir. El proyecto internacional OpenWetWare (www.openwetware.org) es un gran ejemplo de la óptima utilización de tal tecnología para permitir que se comparta la información, la experiencia y el conocimiento. Este portal de ciencias biológicas está ba­sado en programas de wiki, de modo que todos los miembros son también autores. Reúne las páginas de laboratorios en todo el mundo, sus cursos y protocolos de investigación y blogs de discusión. Los organizadores le apuestan a que mostrar todo ayudará a que su ciencia avance más rápido e incluso de nuevas ma­neras. Y ya empiezan a ver re­sultados en las diversas colaboraciones entre los laboratorios. Además, para sumergir por completo a los más jóvenes de la comunidad en esta manera de hacer las cosas, or­ganizan un concurso anual en el que deben resolver un problema de investigación y proponen que los equipos compartan toda la información mediante cuadernos o bitácoras de trabajo completamente públicos.

Generalmente la ciencia ha aprovechado (cuando no creado) los medios de vanguardia. Y aunque los más audaces ya la empiezan a usar, web 2.0 todavía genera algunos resquemores. Con el tiem­po veremos si estos pizarrones públicos llegaron para quedarse.
 
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como citar este artículo

Biro, Susana. (2009). Pizarrones públicos. Ciencias 94, abril-junio, 34-35. [En línea]
     

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