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Oliver Sacks y la
ciencia romántica
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Antonio R. Cabral |
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El médico utiliza la historia clínica para conocer a sus
pacientes, entender sus quejas y escudriñar sus adentros. Esta antiquísima práctica hipocrática es, entonces, el medio básico por el que los galenos reconocen y tratan las enfermedades; lo demás —radiografías, exámenes de laboratorio, electrocardiogramas, etcétera— gira en torno a ella. Para los médicos cada paciente es una biografía; es oportunidad única para observar el espíritu humano en lucha por conservar su identidad en condiciones adversas. No obstante, la historia clínica, desde su inicio hasta su desenlace, aunque ha cumplido adecuadamente con los cometidos anotados, es más bien impersonal. La oración: “Se trata de paciente masculino de 44 años de edad quien paulatinamente presentó debilidad muscular, disfonía y pérdida de peso…” es esencial para echar a volar la imaginación de los médicos, pero no habla de la esencia individual del enfermo, de su experiencia ante la enfermedad ni de esa cosa “que hay en nosotros —dice José Saramago— que no tiene nombre, [pero] que es lo que somos”.
Los libros del doctor Oliver Sacks, especialmente The Man who Mistook his Wife for a Hat (1970), Awakenings (1973) y An Anthropologist on Mars (1995) al colocar en el centro de la atención al ser humano enfermo que sufre, lucha y se aflige, llenan exitosamente ese faltante. En los tres libros, Sacks lleva a sus lectores a las “tierras inimaginables” de sus pacientes con enfermedades neurológicas a la manera de la decimonónica “ciencia romántica”, que el doctor A. R. Luria había revivido y bautizado algunos años antes. Es decir, Sacks describe las biografías de sus enfermos tal y como los pacientes se las han contado siempre a sus doctores. A pesar de ello, los libros del neurólogo de marras no son cuentos de ficción ni los casos clínicos son excusa oportunista para que el autor exhiba sus conocimientos médicos; leer a Sacks es entrar en el interesantísimo mundo de la (“ciencia”) neurología científica y es visitar el hoy tantas veces descuidado lado humano (“romántico”) de las enfermedades.
Así lo narra en la historia que da título a uno de esos libros, en la que el cantante y músico, doctor P., quien tiene un tumor en la corteza cerebral, quiere ponerse a su esposa de sombrero. El caso, que parece salido del mismísimo realismo mágico, cautiva más cuando el lector se entera de que el doctor P. nunca estuvo consciente de su agnosia visual ni le preocupaba. Este personaje, sin embargo, era perfectamente capaz de reconocer objetos y personas por el ruido que hacían, por sus voces o por sus movimientos. De igual forma, la música dominaba la vigilia de P. de tal manera que ésta se convirtió en el motor de los pequeños detalles que conformaban su mundo: afeitarse, comer, conversar y ¡componer música! Dicho de otro modo, todo en la vida del doctor P. estaba musicalizado.
Aunque la medicina romántica, también conocida como humanista, es el tema que permea todos los libros de nuestro autor, el acercamiento más claro está en A Leg to Stand on. En este libro publicado en 1984, Sacks, víctima de un accidente en un bosque noruego, es ahora autor y protagonista. Tal accidente pareciera ser una jugarreta del destino para que Sacks escribiera otra “neurografía”, en este caso, fundamentada en hechos neurofisiológicos (“ciencia”) y en su experiencia personal (“romántica”). Con su habitual sarcasmo, el célebre neurólogo de la película Despertares, narra sus tribulaciones y temores ante su daño neurológico, su propia mortalidad, ante la dualidad de ser médico y paciente al mismo tiempo, ante la incertidumbre de su futuro y de su independencia como ente biológico; pero más que nada ante la “asfixia y angustia” que le causaron el mutismo y sordera de sus médicos. Precisamente, Sacks escribió y publicó A Leg to Stand on para contrarrestar esos sentimientos, para que otros conozcan su experiencia y para “abrir el camino hacia una medicina más profunda y humana”.
La queja más frecuente de parte de los usuarios de los servicios de salud (públicos y privados) que recibe la recién creada Comisión Nacional de Arbitraje Médico, es precisamente que los doctores no conversan con sus pacientes. Por ejemplo, no hablan de los posibles efectos colaterales del tratamiento o de los resultados de sus exámenes; no platican del pronóstico de la enfermedad en cuestión o tal vez de la vida. Quizá las mejores armas terapéuticas de los médicos de antaño fueron las prescripciones de altas dosis —nunca adictivas— de cordialidad, candidez y oído. La obra aquí comentada es ejemplo idóneo de que la práctica de la medicina moderna puede fusionar exitosamente la ciencia con el humanismo. Al mismo tiempo, muestra que, al menos en Sacks, el binomio ciencia-arte, distanciado según C. P. Snow, goza de buena salud.
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Antonio R. Cabral
Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición, "Salvador Zubirán".
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cómo citar este artículo →
Cabral R., Antonio. 1997. Oliver Sacks y la ciencia romántica. Ciencias, núm. 45, enero-marzo, pp. 22-23. [En línea].
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